ARGENTINA |
La trigésima séptima Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, metrópoli elegida por la Unesco, capital mundial del libro 2011, puso de manifiesto una vez más la importancia de la Argentina como uno de los centros culturales de la región, donde las ideas y las artes son grandes embajadores que no conocen fronteras y posibilitan el diálogo universal.
Esta vez la Feria adquirió características especiales por la participación de Mario Vargas Llosa y Fernando Savater, que pusieron de relieve el derecho a la crítica, el rol de los intelectuales en los regímenes populistas así como sus opiniones sobre el futuro cercano de América Latina, en circunstancias que se gestaban procesos políticos con miras a elecciones presidenciales en Perú, Argentina y una consulta popular en Ecuador.
Las primeras señales de intolerancia se suscitaron por la presencia del premio Nobel de Literatura, vilipendiado por los intelectuales al servicio del gobierno peronista, que intentaron a través del Director de la Biblioteca Nacional, impedir la participación del laureado escritor en la apertura del evento.
Superado el impasse con la prudente intervención de la presidenta Cristina Fernández, que desautorizó al genuflexo funcionario, Vargas Llosa se abstuvo de hacer comentarios sobre la situación política de la Argentina, que ha entrado a un clima preelectoral, pero sí asumió posiciones respecto a las elecciones presidenciales en Perú. Para sorpresa de algunos, decidió apoyar la candidatura del nacionalista Ollanta Humala, el mal menor frente al peligro del regreso al poder del fujimorismo, encarnado en la candidatura derechista de Keiko Fujimori. Ambos candidatos, de oscuro pasado político y con prácticas clientelares, hacían avizorar regímenes populistas, autoritarios y con estilos de gobierno basados en la confrontación y reñidos con la democracia.
El apretado triunfo de Humala ahora plantea el desafío de impedir que la debilitada sombra del chavismo se instale en su mandato y si es que, a alguien y algo en realidad quiere emular, sea al ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y su modelo de gobierno. Las primeras declaraciones del presidente electo y su visita a Brasil, apuntan en ese sentido. Pero está claro, sobre todo en países con poca densidad institucional, que el ejercicio democrático no termina en las urnas sino que apenas comienza.
Por su parte, el filósofo y escritor español Fernando Savater, desde una escuela pública del conurbano, señaló que, sin educación no puede haber democracia pues los dos grandes enemigos de esta son la ignorancia y la miseria. Fiel a su estilo y sin ambages sintetizó: “El populismo es la democracia de los ignorantes”. La respuesta no se hizo esperar y vino directamente del mismísimo Jefe de Gabinete del régimen peronista que le respondió con una andanada de insultos.
Dimensionar los conflictos políticos en América Latina desde estos hechos y perspectiva permite tomar conciencia de que el populismo, en su trashumante posición ideológica, no responde necesariamente a lo que tradicionalmente se conoce como derecha e izquierda; sino que es una forma de ser y actuar en política, que alinea emocionalmente las necesidades inmediatas y la falta de cultura ciudadana en beneficio de caudillos que no tienen proyectos para sus países sino principalmente para sí mismos.
La consulta popular en Ecuador, concebida fundamentalmente por el gobierno para recuperar en las urnas la imagen presidencial disminuida por la sublevación policial del 30 de septiembre del año pasado, estuvo precedida por una verdadera feria de la alegría con promesas de obras, dádivas, agravios y una atosigadora propaganda oficial, que duró hasta que comenzaron a conocerse los resultados de los escrutinios.
El ajustado triunfo del SÍ sobre el NO ha sido revelador en varios sentidos. Más allá de la discusión sobre la ubicación de los votos nulos y en blanco, lo cierto es la creciente pérdida de credibilidad y apoyo a una gestión de gobierno inscrita en la mejor tradición del populismo en el Ecuador, iniciada por Velasco Ibarra hace más de medio siglo y continuada por Febres- Cordero y Bucaram.
Una vez más el gobierno de Correa ganó en las urnas con votos de las provincias del Litoral, donde existe una población campesina para la cual el Estado todavía es un débil referente y masas asentadas en suburbios, marginadas en derechos como el de la educación y que continúan siendo presas fáciles de caudillos con pujos mesiánicos.
La manera más segura de impedir que el populismo, con toda la secuela de fractura y retraso social que siempre trae aparejado, crezca y se convierta en el rasgo más sobresaliente de la cultura latinoamericana, es la educación de los pueblos y su libertad de expresión, como garantías básicas para el desarrollo de un pensamiento crítico. Estos son los fundamentos de la democracia y los mejores antídotos contra la demagogia y el autoritarismo.