Otra vez estuvo Hillary Clinton en América Latina. En esta ocasión con motivo de la cuadragésima Asamblea General de la Organización de Estados Americanos, OEA, realizada en Lima, Perú.

Su presencia en esa cita continental no estuvo marcada por acaloradas discusiones sobre asuntos conflictivos en el que estuviese involucrado Estados Unidos, como el de su presencia en siete bases militares colombianas, el suscitado por el acuerdo nuclear tripartito entre Brasil, Turquía e Irán, versus las sanciones impuestas a esta nación por la ONU, o el siempre palpitante tema migratorio, sino por el formal compromiso de fomentar la paz, la seguridad y la cooperación.

A esto contribuyó un nuevo escenario que se está prefigurando en la región, pues se vislumbra en términos generales un crecimiento económico en América Latina, pese a la crisis que sacude a los países del llamado Primer Mundo, oportunidad que requiere de estabilidad política y seguridad jurídica para traducirla en desarrollo con equidad social.

Luego de haber contribuido a un esfuerzo más por convalidar la OEA, amenazada por la propuesta de creación de un organismo paralelo, y los diálogos de rigor con el anfitrión presidente Alan García, que representa uno de los gobiernos más cercanos a la administración estadounidense; la llegada a Quito de la diplomática norteamericana, generó todo tipo de especulaciones, pues el mandatario ecuatoriano Rafael Correa, miembro activo del club bolivariano, siempre ha buscado llamar la atención con una retórica antiimperialista.

Lo cierto es que Hillary Clinton en las pocas horas que estuvo en la capital del Ecuador, además de revisar temas de mutuo interés como el de las relaciones comerciales, la renovación del Atpdea, las leyes antimigratorias y los convenios militares de su país con Colombia, se permitió criticar las políticas del presidente venezolano Hugo Chávez, dejando muy en claro que la presencia norteamericana goza de buena salud en el país andino.

Tal seguro y directo mensaje se produjo no solo por las declaraciones de amistad que abundaron en los diálogos, sino prevalida por la crítica y vulnerable situación del gobierno ecuatoriano por su inclusión en la lista del GAFI, agravada por el peligro de que si hubiese transacciones entre los bancos iraníes y el Banco Central del Ecuador, podría la Reserva Federal prohibir que salgan dólares de Estados Unidos al Ecuador, con el consecuente colapso de su economía.

A fin de encontrarle una salida o por lo menos salvar las apariencias a tal condicionamiento económico y financiero, que contradice su propaganda chovinista, Rafael Correa, como presidente pro témpore de la Unasur, ahora hace esfuerzos por impulsar el controvertible proyecto de la ALBA, denominado Nueva Arquitectura Financiera Internacional, especialmente el Sistema Único de Compensación Regional, Sucre, que funcionaría como una moneda virtual de comercio.

En Colombia, la presencia de la diplomática norteamericana contribuyó a reafirmar los antiguos lazos que unen a Washington con Bogotá. Un encuentro alentado por el triunfo del candidato Manuel Santos en las urnas, que fortalece y legitima la estrategia y política de seguridad democrática que vertebra y define al uribismo.

Se ha dicho y con razón que la consolidación y permanencia en el poder de la derecha política en Colombia se debe principalmente al exitoso accionar militar contra la narcoguerrilla, pese a la injustificable violación de los derechos humanos que todo conflicto armado produce.

Pero no es menos cierto que el chavismo ha puesto lo suyo. El apoyo del Coronel a los enemigos del gobierno de Uribe y la disimulada permisibilidad del gobierno de Correa hasta el bombardeo en Angostura, con la consiguiente ruptura de relaciones diplomáticas y el posterior enjuiciamiento a Santos, lejos de debilitar, potenciaron al gobierno y al Estado colombiano como el actor político-militar más fuerte en la subregión. Las recientes elecciones no solo estuvieron sobredeterminadas por el conflicto interno que sufre el pueblo colombiano desde hace décadas, sino también por la injerencia de los factores externos señalados.

Esta renovada correlación de fuerzas presagia un porvenir lleno de incertidumbres si persiste la estrategia de confrontación que caracteriza al gobernante venezolano y de la cual hacen eco sus socios. En tal escenario subregional, levantado con telones de acero, no hay espacio para la diplomacia o esta se convierte en una mascarada de amenazas y enredos.

Es hora de que los legítimos intereses de los pueblos se defiendan con plena participación de los mismos, con transparencia y sin manipulaciones, teniendo en cuenta, sobre todo, que están hermanados no solo por la geografía sino por indestructibles lazos históricos y amparados por insoslayables derechos.