ARGENTINA |
La titular de la diplomacia norteamericana culminó una extensa gira por América del Sur y Central luego de visitar a países clave en la región por su relevancia política y económica.
Después de la Cumbre de Río en que se proyectó la creación de un nuevo bloque regional sin la presencia de norteamericanos y canadienses, y ante las críticas recibidas, la estrategia de la Casa Blanca ha privilegiado incrementar las relaciones bilaterales con sus vecinos.
La agenda de Hillary Clinton no estuvo exenta de dificultades para su cumplimiento. La primera fue el devastador terremoto que asoló a Chile, que no solo redujo el tiempo programado de permanencia de la Secretaria de Estado en ese país, sino también las expectativas de influencia que en el escenario regional había despertado el nuevo gobierno de Sebastián Piñera, desde la orilla de los aliados más firmes de Estados Unidos de Norteamérica.
Otra dificultad resultó atender los requerimientos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sin irritar a los ingleses. Más allá de las conflictivas relaciones en la era de Bush, los cuestionados tratos de su gobierno con el del venezolano Hugo Chávez y las recientes críticas al presidente Barack Obama, la mandataria argentina necesitaba sumar apoyos en el renovado conflicto por las Malvinas.
Aunque Hillary Clinton a lo que se comprometió fue a menos que mediar en el conflicto, Cristina Fernández consiguió la oportunidad de mostrar que además del respaldo de los países latinoamericanos en este asunto, no tiene ahora a los estadounidenses como activos aliados de Inglaterra como lo fueron en la guerra por las islas en 1982. El Departamento de Estado espera por su parte que Argentina siga manteniendo firme la posición en contra de Irán y a favor de la lucha contra el terrorismo.
En su visita a Brasil, la canciller del gobierno norteamericano se jugó la partida más importante de su periplo, convencer al presidente Luiz Inácio Lula da Silva de apoyar sanciones contra el régimen de Teherán. Tal objetivo no lo alcanzó.
En política exterior el Brasil de Lula no juega brusco por el todo o nada. Gran parte del liderazgo que tiene en la región y la influencia que ejerce en la comunidad internacional se lo debe a la gran capacidad de diálogo y concertación de su mandatario y a la eficiencia de la diplomacia de Itamaraty.
El presidente Lula sabe que en el mundo multipolar de hoy, es un costoso error pretender imponerse solo respaldado por la fuerza. Antes y después de la visita de Hillary Clinton, la posición de Brasil, que en la actualidad es miembro temporal del Consejo de Seguridad de la ONU, ha sido de visitar Irán y no aprobar sanciones a menos que este país pretenda usar energía nuclear con fines militares. El gigante sudamericano sigue apostando a una solución negociada del conflicto.
En Uruguay, la investidura de José Mujica como Presidente no disparó alarmas sino más bien la esperanza de que la política y el poder pueden estar al servicio de la sociedad y no al revés. Lo que sí volvió a retumbar es la retórica chavista. Las revelaciones de un juez español, sobre la complicidad del presidente venezolano con los vínculos y planes de los grupos terroristas ETA y FARC, alertó al país ibérico que pidió explicaciones a Venezuela. Este caso, igual que el catálogo de arbitrariedades que se denuncian en el informe de la Comisión interamericana de Derechos Humanos, CIDH, para el presidente venezolano no es otra cosa que simples patrañas orquestadas por el imperialismo yanqui.
Si bien entre los actores en el actual sistema internacional, el Estado sigue siendo el principal protagonista, no es menos cierto que cada vez tiene más importancia la presencia de actores que no dependen de una entidad estatal, y que progresivamente ganan más autonomía para el cumplimiento de sus funciones específicas. Lo que significa el tránsito desde un anacrónico realismo que reconoce solo relaciones entre estados, a una lógica transnacional que responde a un mundo globalizado de interdependencia compleja. Esto lo ignoran por conveniencia gobiernos como el de Venezuela y Ecuador, país en el cual el canciller ha presentado como triunfo diplomático la remoción en el cargo del funcionario argentino que votó en el Grupo de Acción Financiera Internacional, GAFI, a favor de la resolución que ubica a Ecuador como país con deficiencias estratégicas en la prevención y lucha contra el lavado de dinero y financiamiento del terrorismo.
En Costa Rica, Hillary Clinton y la presidenta electa Laura Chinchilla centraron el diálogo en la necesidad de una estrategia centroamericana más preventiva respecto al narcotráfico y el problema que este flagelo significa en la subregión. En su breve estadía en Guatemala, la representante de la política exterior de Estados Unidos reconoció que ellos son parte del problema.