Hace poco se realizó en Belem, Brasil, el noveno Foro Social Mundial bajo su lema altermundista por excelencia: Otro mundo es posible.
Este evento, que reunió a más de cien mil personas de una centena de países, como respuesta y contrapeso al Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, cosechó lo que había sembrado desde sus inicios en el año 2001: haber acertado en sus críticas al neoliberalismo y constatar su derrumbe como modelo de desarrollo.
En medio de la crisis que agobia al planeta, el Foro Social Mundial es un grito permanente de solidaridad y esperanza. Esta es su fortaleza como expresión colectiva y sin fronteras de nuevas formas de lucha social por un mundo mejor. Además del cataclismo financiero, los principales temas de análisis fueron el creciente deterioro ambiental, incluyendo la Amazonía, la guerra y la inseguridad alimentaria.
Se ha dicho que la debilidad del foro es su dificultad para fijar posiciones colectivas y diseñar estrategias que le posibiliten salir de las trincheras a la ofensiva. Pero tal vez esa no sea su función, pues no es una especie de internacional, como las del siglo pasado, ni tiene la homogeneidad ideológica política necesaria para tales cometidos. Es un espacio esencialmente diverso, participativo, deliberativo y crítico, que ha aportado desde sus orígenes con nuevas ideas y tesis de cambio para ser implementadas en localidades, países y regiones, sin que constituyan recetas de aplicación universal.
En esta ocasión, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, con el optimismo que despierta en unos y el escepticismo en otros, respecto de la política global por implementarse y en particular en América Latina, hizo más complicado alcanzar unánimes declaraciones en el foro.
Lo inédito fue la presencia de cinco presidentes latinoamericanos, incluido el de Ecuador, Rafael Correa, quien llegó cuestionado por organizaciones indígenas, que luego de enfrentamientos por la Ley de Minería, de Aguas y temas de carácter político, habían solicitado se lo declare persona no grata en el evento.
No faltaron los llamados a acelerar el proceso de integración latinoamericana y reiterar la conveniencia de impulsar un Banco del Sur, mientras paradójicamente el Gobierno ecuatoriano decide aplicar medidas de salvaguarda a las importaciones sin consultar con países como Bolivia y Perú, ni con la Comunidad Andina de Naciones.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, también estuvo presente, a pesar de las críticas de sectores radicales, seguro de su popularidad que supera el ochenta por ciento debido al buen desempeño en sus administraciones.
Al foro le siguieron los festejos en Venezuela por la década de permanencia en el poder del presidente Hugo Chávez, sus planes de reelección y una cumbre de la Alternativa Bolivariana, ALBA. Cual integrantes de una murga populista, tres de los cinco mandatarios acudieron, dilapidando tiempo y recursos en actos puramente propagandísticos, mientras los conflictos arrecian en sus respectivos países.