El cambio drástico en los hábitos de movilidad y consumo de la población mundial durante la pandemia de COVID-19 tuvo un impacto significativo en el medioambiente: las emisiones de dióxido de carbono (CO2), gas que influye en el fenómeno del calentamiento global, bajaron 17 % en abril de 2020 en comparación con números del año 2019.

María José Ayala, oficial de la oficina de sostenibilidad de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), señala que la institución educativa calculó que el régimen híbrido que ofrecen resultó en una reducción del 10 % en emisiones de carbono como consecuencia de la movilización reducida de sus trabajadores.

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También notaron una reducción en la generación de residuos en el campus de la USFQ.

“En nuestro caso sí resulta un beneficio que la gente tenga esta modalidad de que el personal administrativo y docente haga teletrabajo al menos dos días”, apunta. Sin embargo, añade, estudios realizados por publicaciones como el Harvard Business Review señalan que el teletrabajo no siempre es un beneficio para el medioambiente.

El estudio encontró que si bien los trabajadores en Estados Unidos y el Reino Unido ya no se desplazaban tanto a sus trabajos, aumentaron viajes personales.

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Además, Ayala subraya que los niveles de emisiones están volviendo a los de prepandemia gracias al regreso gradual al trabajo presencial y a la popularidad de regímenes híbridos.

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“En la pandemia hubo una reducción porque la gente no podía salir, estaban encerrados”.

Los beneficios que ofrecen empresas en forma de insumos tecnológicos, como celulares y computadoras genera una “duplicidad de dispositivos”, lo cual también puede tener un efecto adverso, pues esta tecnología eventualmente se convierte en desechos electrónicos, que no tienen una tasa adecuada de reciclaje, señala Ayala. Según el Foro Económico Mundial, solo el 20 % de la basura electrónica se recicla de manera apropiada.

El incremento de tráfico digital en la forma de correos electrónicos y reuniones mediante videollamada también causa emisiones de carbono, que vienen de la energía requerida por los servidores que sostienen vías digitales de comunicación.

Un correo corto enviado de una laptop a otra, según el científico inglés Mike Berner-Lee, genera 0,3 gramos de carbono.

Si ese mensaje, además, contiene una foto o un documento añadido, esa cifra puede alcanzar los 50 gramos de carbono.

Los teletrabajadores también podrían incurrir en un mayor consumo de energía, aumentando los costos de sus facturas.

Ayala recomienda no tener dispositivos electrónicos conectados cuando no se estén cargando, aprovechar la luz natural del comienzo del día, invertir en focos led, y desconectar cargadores de enchufes, pues consumen energía aunque no se estén utilizando al momento.

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“También es importante que mantengan prácticas de gestión de residuos. La gente usualmente recicla mejor en sus casas que en sus espacios de trabajo”.

El impacto ambiental del teletrabajo también depende de las costumbres de las personas.

“Hasta ahora, en nuestro caso como universidad, los datos nos dicen que el teletrabajo es un beneficio para la comunidad, pero no hemos analizado el comportamiento del personal en la casa, esa cultura de sostenibilidad que se fomenta en el trabajo y se traduce en la casa”. (I)