ARGENTINA |
El 10 de agosto se reunieron en Quito las jefas y los jefes de Estado que conforman la Unión de Naciones Suramericanas. Tal evento tenía originariamente un carácter más bien protocolar, traspasar la presidencia pro témpore del organismo a Ecuador. Las circunstancias fueron propicias para hacerlo coincidir con los festejos del Bicentenario del Primer Grito de Independencia y la posesión presidencial de Rafael Correa.
Pero más allá de la prudente y conciliadora Declaración de Quito, el cónclave se realizó en medio de la desunión reinante por los conflictos que involucran a los países andinos. Justo las cinco naciones que el Libertador Bolívar aspiraba a unir en una sola la Gran Colombia.
En el pasado, los intereses de las clases dominantes criollas impidieron la concreción de tal proyecto, después los intereses de potencias extranjeras en la región y hoy, las ambiciones desaforadas del autoritarismo populista que tiene su eje en la Venezuela del presidente Hugo Chávez.
Con el argumento del bolivarianismo, la estrategia del Presidente venezolano para ganar protagonismo y lograr hegemonía política ha recorrido varias etapas. La primera fue de retórica antiimperialista, alimentada por la administración de Bush, acompañada de generosas ofertas a los gobiernos de la región a base del petróleo. Luego siguió la política del “Gran Hermano”, de acercamiento a los rusos, iraquíes y chinos, a fin de que le proporcione una base de sustentación internacional que lo consolide como factor de poder no solo frente a los norteamericanos sino también en relación al creciente prestigio del presidente Lula da Silva y el modelo de desarrollo brasileño. Finalmente, la etapa más reciente se enmarca en la ascensión de Obama a la presidencia, los intentos de consolidar la ALBA, debilitada en Centroamérica por el conflicto de Honduras, y el papel de las FARC en la subregión.
Las computadoras de Reyes se han convertido en cajas de Pandora y su diario en una especie de oráculo que desprestigian calculadamente a los gobiernos de Ecuador y Venezuela y los ponen en mal predicamento ante la opinión pública nacional e internacional. La demanda de explicaciones a Chávez, de parte del gobierno de Uribe, por el irregular tráfico de armas de Suecia, entre Venezuela y grupos irregulares en Colombia, acabó por llevar al coronel a tratar de invertir su condición de acusado en acusador, apoyado por sus pares de Ecuador y Bolivia. La mejor forma de lograrlo ha sido culpar al presidente Uribe de traición por realizar acuerdos que permiten la presencia de soldados norteamericanos en bases militares colombianas, lo que constituiría una amenaza a la seguridad de la región.
En un clima tan cargado de inculpaciones, desconfianzas mutuas, ruptura de relaciones diplomáticas e inobservancia de principios del derecho internacional, se empezaron a escuchar antes de la reunión de Unasur, veladas amenazas de guerra. Como lo recordó la Presidenta de Argentina, la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Por su parte, el presidente Lula da Silva, de Brasil, con sensatez y actitud democrática llamó a retomar el diálogo directo con el presidente Obama, tal como ocurrió en Trinidad y Tobago, así como pedirle al Presidente de Colombia que informe a Unasur sobre la presencia de personal militar en territorio colombiano.
Es muy posible que los involucrados en este conflicto alcancen algún tipo de acuerdo que aleje el fantasma de un enfrentamiento bélico. Nada más deseable aunque los factores de desunión persistan por la forma de actuar políticamente de quienes están más del lado del intervencionismo y de la demagogia populista que de la convivencia democrática.
De la Declaración de Quito conviene destacar el punto ocho, que reafirma el compromiso con la libertad de opinión y expresión y el derecho a la información en los países, el papel de los medios en el debate de ideas y la promoción del pluralismo político, para fortalecer la democracia y la participación ciudadana en la región. Nada más pertinente a fin de incorporar efectivamente a los pueblos para que sean ellos y no solo los gobiernos quienes hagan la integración.