El año 2008 ha concluido  con una serie de cumbres realizadas en Brasil, que apresuradamente intentan paliar la crisis económica que ya  llegó a la región y desarrollar iniciativas políticas que buscan distintos resultados.

La trigésima sexta cumbre de presidentes del Mercosur no tuvo los efectos esperados en materia de aranceles y en la concreción de un código aduanero. Todavía pesan las asimetrías en relación con los socios pequeños.
Argentina y Brasil, por su parte, no logran ponerse de acuerdo del todo en el marco de las negociaciones de la Ronda de Doha y la OMC (Organización Mundial del Comercio).

En la apertura se escucharon con diplomática prudencia las propuestas del invitado, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, orientadas a la creación del Banco del Sur, que serviría para juntar recursos y coordinar el ahorro como mecanismo de protección  ante la tormenta financiera. Este discurso, inspirado en ideas de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), no tomó en cuenta lo esencial, que es el factor confianza y la seguridad jurídica necesaria para una “nueva arquitectura financiera regional”, tal como se hizo evidente con el reciente impasse que tuvo con el gobierno de Brasil.

La cumbre de los doce que integran la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) tuvo más condimento político. Estando vacante la secretaría general del organismo, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez ya había cuestionado con anterioridad la candidatura del presidente argentino Néstor Kirchner, propuesta por el presidente de Ecuador a iniciativa del presidente de  Venezuela, Hugo Chávez. La razón formal y explícita, el prolongado conflicto por la instalación de una planta de celulosa, y la implícita y de fondo, la renuencia de algunos países a incentivar con esta designación las apetencias de hegemonía del caudillo venezolano. Hay que esperar hasta el mes de abril  de este nuevo año para ver si se logran consensos.

Parecen ensombrecerse los caminos de la integración si a estas desconfianzas se suman las diferencias entre países como Bolivia y Perú y entre Colombia y Ecuador. Diferencias entre gobiernos de signos ideológicos y prácticas políticas distintas, cuyas consecuencias felizmente no afectan la tradicional hermandad de sus pueblos.

Por su parte, la  Declaración de la Primera Cumbre de América Latina y el Caribe y la cumbre del Grupo de Río podrían quedarse tan solo en acuerdos rimbombantes, si sus reales objetivos se reducen a excluir a los norteamericanos y, acaso, configurar un nuevo polo de lucha por liderazgos.

En medio de tan inestables y diversos juegos de intereses, de retardatorios y peligrosos personalismos y donde paradójicamente la desconfianza se hace presente junto a la crisis que ya golpea, sobre todo a los más pobres, es lamentable que el año 2008 termine en América Latina con muchas cumbres pero sin el diseño de verdaderas políticas comunes de integración  que la viabilicen y  una democrática participación  ciudadana en los procesos de toma de decisiones.