El otro día una amiga nos preguntó al resto qué síntomas habíamos experimentado al inicio de la menopausia. Como acabo de tener un accidente jugando carnaval respondí: “yo siento que tengo una mano rota y un pie roto”. Empezaron las bromas y una de nosotras dijo que se había engordado, a lo que reaccioné con “yo también, pero no por culpa de la menopausia, sino del Cyrano”.

Una cosa llevó a la otra y, con la sabiduría que nos caracteriza, la conversación desembocó en cómo nos gusta esa pastelería tan ecuatoriana en el imaginario como francesa en el sabor.

Como me encuentro en plena segunda primavera de la vida, recién he incursionado en esta área de conocimiento sobre la biología humana. Cuando empecé a sentir los primeros calores de la menopausia, le consulté a Cristina Alonso, una experta en salud femenina que me recomendó un libro que nunca tuve tiempo de leer y me dio el mejor consejo que pude recibir. Déjala ser, no la resistas. Desde entonces le adjudico a los soles andinos la culpa de cualquier cambio de temperatura por encima de mi umbral de confort térmico y no lo pienso más. Aun así, me parece importante que se hable abiertamente de esta etapa en la vida de las mujeres.

A inicios de este año, la actriz Sofía Vergara compartió sin tapujos en una entrevista en vivo que creía que el insomnio que tenía era un síntoma de menopausia. Yo no estaba ahí para preguntarle si venía acompañado de una urgencia por un milhojas de crema pastelera, para corroborar mi condición. Aunque, como Sofía es colombiana, seguro que lo suyo es un antojo por la almojábana. Habría apreciado comparar notas con ella, pues las mujeres tenemos que apoyarnos entre nosotras. Y especialmente, porque, según Alonso, los médicos estudian muy poco sobre la menopausia, entonces tienen poca sabiduría que compartir. Pero para eso estoy yo, tranquilas.

Los síntomas son muy diversos; algunos se confunden con aquellos derivados del simple hecho de existir, como los cambios súbitos de humor y la ansiedad.

Ahora que lo pienso, yo empecé la menopausia la primera vez que regresé al Ecuador en 1995 y esas emociones solo se detuvieron… pues nunca, no se han detenido. De hecho, mi permanente estado de aprensión ante nuestra inestabilidad económica y política, junto con nuestra inseguridad jurídica, me han convertido en una verdadera experta en menopausia.

A diferencia de otros cambios en el cuerpo que comúnmente vienen acompañados de alegría y apoyo como el embarazo, en estos años las mujeres se pueden llegar a sentir muy solas.

La mayoría de ellas no están preparadas para la llegada de la menopausia y no es un tema habitual de conversación. Además, quejarse es mal visto. Así que para dar buen ejemplo empezaré yo, en contra del Cyrano, que suspendió el servicio a domicilio en mi barrio. ¿Cómo voy a poder justificar estos kilos de más que llegan con la menopausia si no puedo documentar una ingesta sostenida de croissants de mantequilla con mermelada de mandarina? (O)