Nota del editor: Esta historia debió ser exclusiva para nuestros suscriptores, pero como un aporte a quienes se esfuerzan por emprender y mejorar la economía del país, la ofrecemos abierta a todas nuestras audiencias.


Desde pequeña Fernanda Hidalgo ya sabía lo que quería ser: profesora. Ese amor por enseñar a los niños la llevó a estudiar la carrera de Educación Parvularia en Guayaquil. Sin embargo, no pudo concluirla.

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Se convirtió en la madre de Jesús, Annie y Gael. Con el tiempo, aunque su esposo, Eduardo Yépez, trabajaba, hubo la necesidad de un nuevo ingreso económico. Fernanda meditó e ideaba una manera de tener empleo mientras cuidaba a sus hijos.

“Yo tenía la necesidad de buscar trabajo porque tenemos tres niños y solo trabajaba mi esposo; yo no tengo familiares aquí en el país que me ayudaran a cuidar a los niños, entonces se me hacía difícil ir a trabajar, llevarlos a una guardería. Empecé a buscar formas para obtener ingresos y se me había ocurrido hacer nivelación en casa, pero no me daba el tiempo”, cuenta Fernanda, de 32 años.

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Luego de eso surge la idea de crear libros bajo los conocimientos que había adquirido, puesto que, años anteriores, Fernanda había trabajado como maestra. Entonces, agarró fómix, imprimió material educativo y lo unió con pegamento.

Ese trabajo terminado no la convenció y se lo dio a sus niños para que practiquen las vocales, números y demás. “Yo seguía con la idea de los libros porque siempre me han gustado, tengo la experiencia, pero no el título de parvularia. He hecho cursos y siempre he trabajado como maestra. Empecé a estructurar libros y no sabía cómo los podría laminar”, cuenta.

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Fernanda no se quedó ahí y fue a los alrededores de la Universidad de Guayaquil y en esos locales imprimió, laminó y anilló su primer libro didáctico. Ese fue su gran inicio, resalta.

Libros desde los tres hasta los nueve años se ofertan en Chikibook. Foto: Carlos Barros. Foto: Carlos Barros

“La primera vez que tuve los dos libros en mis manos yo sentía que era una superidea porque era algo que no había visto en el país y sentí como bonito, como decir que tengo un tesoro”, señala.

Y es ahí cuando nació Chikibook, un emprendimiento que lleva cuatro años y ya suma un portafolio de 43 tipos de libros. Estos son en formatos A3, A4 y A5. El contenido es creado por Fernanda y las caricaturas son sus hijos. Las hojas son emplasticadas y después anilladas.

El menor puede realizar los ejercicios como escribir las vocales o unir en rayas con un marcador borrable. Y puede ser usado varias veces. También se pueden pegar figuras como animalitos con el velcro. Estos tipos de libro van acordes a la edad, dice Fernanda.

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“Por ejemplo, el libro ChiquiTrazos lo recomiendo para tres años porque tiene todos los trazos que un niño va a ver en (la educación) inicial 1. Se enfocan en ayudar a que el niño se nivele con los conocimientos que debe tener y lo otro es que trabajan con motricidad fina, con coordinación ojo y mano, memoria, concentración”, explica.

Las primeras semanas vendía cinco libros a la semana y ahora son entre 20 y 30. Los precios van entre $ 15 y $ 38 y constan Chikititos, 123Chiki, DinoChiki, Juega con plastilina o mis primeras palabras. Además, tiene convenios con otras emprendedoras en las provincias de El Oro, Pichincha, Manabí, Loja, quienes compran al por mayor. Sus libros también han ido a otros países, por lo cual Fernanda los traduce en inglés, francés, italiano y alemán. Esto ha sido un gran reto, confiesa.

Durante este camino Fernanda ha pasado varios obstáculos como el cierre de su local, que tuvo por un mes en diciembre de 2022, debido a la delincuencia. En la zona donde estaba su local se escuchaba de las extorsiones y prefirió no arriesgarse y dedicarse a vender a domicilio.

Otra de las dificultades es la importación del velcro adhesivo. “No es fácil de conseguir porque no hay aquí”, apunta, y agrega que hace esa adquisición cada mes y trae desde Estados Unidos y China.

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Fernanda se siente orgullosa de su negocio y de los logros realizados como tener sus impresoras, plastificadoras y hasta dar empleo a su hermana, tía y sobrina. Prácticamente su familia vive de Chikibook, hasta su esposo renunció a su empleo ante la alta demanda del negocio. Tanto su esposo como sus otros familiares son su apoyo para armar los libros, que hasta han ayudado a niños con autismo y síndrome de Down.

“Hemos tenido buena acogida. Los testimonios de los clientes con los resultados que ven en sus hijos. Por ejemplo, yo no sabía cuando empecé esto, qué tanto alcance iba a tener. Mis productos fueron creados para niños regulares, pero tienen gran utilidad con niños con capacidades diferentes como con autismo y síndrome de Down. Tenemos una carpeta que tiene un sistema para niños autistas”, afirma Fernanda, quien menciona que sus clientes no solo son madres, sino también terapistas y maestras.

La marca Chikibook está registrada y con ese gran paso Fernanda no quiere quedarse solo con la venta de libros, sino que anhela instruir a los padres de familia para que puedan crearlos. “Yo quiero enseñar a las personas a diseñar sus propios libros, quiero compartir con más personas, que tengan una fuente de ingreso. Como el mercado es nuevo seguramente hay para todos”, dice Fernanda, y además pretende dictar talleres.

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“Con esto incentivamos a las mamás para que le den a su hijo un Chikibook en vez de un teléfono”, enfatiza.

Aconseja a los emprendedores que confíen en su producto y potencial. “Porque van a llegar personas que te van a decir ‘¿la gente te va a pagar por eso?’, ‘¿y en ese precio vas a vender?’; entonces vamos a encontrarnos con personas con mente cerrada y uno tiene que creer en su producto”, señala. Ella sugiere ser perseverantes y no rendirse en el primer obstáculo. (I)