Ya lo he comentado antes, me gustan los lugares que crean un concepto, desarrollan una historia alrededor de este y presentan un espacio lleno de detalles que respetan la idea original. Si a eso le sumamos una atención cordial, atenta y rápida, acompañada de un rico y variado menú, el resultado solo puede ser ganador.

Raquel Ochoa es de esas personas que no paran, siempre está en constante movimiento, fue reina del Guayas, tiene una maestría en Administración de Empresas, hace pocos meses participó en la última temporada del programa MasterChef Ecuador y ahora es la emprendedora que está detrás de Lobo de Bosque, una cafetería que basa su decoración en el cuento de la Caperucita Roja.

El local (5) se encuentra en la planta baja en el C. C. La Torre, en el km 1,5 de la av. Samborondón, tiene un ambiente familiar, con estanterías llenas de libros y detalles hogareños, en donde además las mascotas son bien recibidas y atendidas. El tumbado y las paredes están decorados con ramas que asemejan encontrarnos en un bosque, tal como en el cuento.

Tiene un menú para todo el día, abren desde temprano para el desayuno y no cierran sino hasta la noche, sus preparaciones se pueden pedir a cualquier hora. Los visité en la mañana así que lo primero que pedí fue minibolones rotos ($ 7,20), que vienen acompañados de dos huevos fritos y bondiola.

“Los preparamos lo más sano posible, el verde es cocinado, no frito”. Fue la explicación que me dio Ochoa, quien me recibió y atendió. Efectivamente, el verde de los bolones formó una masa bien delicada, los que ponen la gracia de la untuosidad son el queso, los huevos y el cerdo.

Luego probé los huevos turcos ($ 8,90), en una base de yogur griego con un ligero toque de ajo y limón, estaban los dos huevos pochados. Fue una preparación diferente y muy agradable, una mezcla de sabores ácidos, lácteos y cremosos. El único punto bajo de la calificación se lo llevó el pan de masa madre, deben mejorarlo o cambiar al proveedor, este no está a la altura.

Para cerrar, un tigrillo de verde con bolas de maduros ($ 7,75). Me sorprendió que llegó con la forma de un bolón, no extendido en el plato como lo esperaba. Esta preparación también tenía la misma bondiola y queso mozarela que mi primer plato. Me hubiera gustado que los maduros fueran crocantes o blandos, pero su consistencia estaba más bien chiclosa y un poco dura.

Un buen café es básico para acompañar la primera comida del día, pedí un americano ($ 2,50) que estuvo excelente. Lo extraen con granos de pequeños productores lojanos que seleccionaron y tostaron en Esscofee especialmente para ellos. Sentarse a comer es una experiencia que junta algunas cosas, la comida es obviamente una parte muy importante, pero además siempre valoro mucho la amabilidad, el servicio, el ambiente y que me hagan sentir como en casa. En unas semanas renovarán el menú y regresaré al bosque para ver qué tiene de nuevo el lobo.