Desde que el psicólogo Daniel Goleman en los años 90 expuso su teoría sobre la importancia del reconocimiento y regulación de las emociones en la interacción del individuo con su entorno, cada vez descubrimos más evidencias de que su aplicación nos ayuda a facilitar nuestro desenvolvimiento en todo tipo de actividad.
En el momento actual se considera que la inteligencia emocional (IE), es decir, saber cómo interpretar nuestras emociones, conjugarlas con las de nuestros interlocutores, y administrarlas juiciosamente, es tanto o más importante que la inteligencia cognitiva (capacidad de aprendizaje, memoria, agilidad mental) para alcanzar las metas que nos hemos impuesto para sentirnos realizados en la vida.
Es una habilidad con cuyo potencial nacemos, pero se desarrolla y manifiesta en nuestro accionar social. Todos la utilizamos, en menor o mayor grado en todas nuestras transacciones con el mundo. Ser socialmente atinado, por ejemplo, es una demostración de un alto coeficiente emocional; la tendencia a “meter la pata” es una muestra de lo contrario.
La IE, como es dinámica y práctica, es susceptible de perfeccionamiento una vez que se identifican sus componentes y se estimula su desarrollo. Por esto es importante:
- Tener conciencia de nuestro estado emocional y aprender a regularlo para crear un ambiente de empatía con quienes estamos interactuando.
- Reconocer cómo piensan y se sienten los demás, escuchar con interés la expresión de sus puntos de vista y relacionarlos con los propios, buscando coincidencias para profundizar la empatía.
- Estar abiertos a escuchar posiciones discrepantes con las nuestras y procesarlas de la manera más equilibrada, evitando a toda costa reaccionar impulsivamente.
La clave del éxito en la utilización de la IE indudablemente descansa en la creación de un ambiente de cooperación saludable, iniciado por la persona interesada en el resultado de la interacción, en el que se manifestarán ideas y propuestas con un resultado favorable para todos los involucrados. O puede tratarse, simplemente, de darle más calidad a una conversación informal.
Todos somos capaces de explorar nuestra mente y descubrir de cuántas maneras podemos contribuir a mejorar el ambiente en el que desempeñamos nuestro papel (de padres, hijos, empleadores, empleados, amigos, parejas) y lograr objetivos de beneficio común. (O)