Del 5 al 7 de diciembre, la música sonará en el parque Bicentenario de Quito a partir de las 14:00, pero las puertas estarán abiertas desde antes, porque este año el encuentro musical Quito Fest se ha unido a Sal Quiteña, y eso significa 151 carpas de emprendimientos gastronómicos.

“Este es el festival de música de la ciudad, el más grande del Ecuador”, afirma Rodrigo Padilla, quien fundó el Quito Fest hace 21 años. “Y es el que más tiempo tiene. Realizamos intercambios con otros festivales y tenemos la posibilidad de presentar 25 bandas ecuatorianas y 11 bandas internacionales, 12 números diarios”.

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Algo que lo caracteriza es ser un evento libre de alcohol. Así nació y así permanece, indica Padilla. “Porque promovemos la convivencia en paz entre culturas juveniles musicales en el Ecuador, y porque nos planteamos siempre que las familias compartan este festival; ya que traemos bandas de mucha trayectoria y otras nuevas, queremos que las nuevas generaciones las disfruten junto con sus padres”.

El Quito Fest se presenta, entonces, como un evento familiar, donde los niños y los adultos mayores son bienvenidos. “Eso es lo más importante, hacer un festival con una programación para todas las edades, para que padres, hijos y abuelos puedan compartir un espacio. Lo que sí no ofrecemos —añade— es sitio para las mascotas; no es un lugar para ellas, porque el ruido puede alterarlas”.

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Padilla se precia de llevar 21 ediciones sin ningún incidente. “Esto nos ha permitido crecer de forma exponencial y ser un referente ecuatoriano y latinoamericano”. Invita a los ecuatorianos a aprovechar el viernes 6. “Sabemos que mucha gente de Guayaquil viene, así como de Cuenca, Ambato, Ibarra y Tulcán”.

Habrá 240 efectivos de seguridad en los predios del parque, y todos los asistentes pasarán por un punto de control. “El parque va a estar cerrado (excepto en el área del Quito Fest) a partir del mediodía en los días del evento”. Lo mismo ocurrirá con el parqueadero del Centro de Convenciones Metropolitano. “Tendremos el trabajo de la Policía Nacional, los bomberos y la Cruz Roja, como todos los años”.

La entrada es libre, pero habrá ingreso preferente para quienes lleven donaciones para la ciudad en forma de alimentos no perecibles, que serán captados por personal del Patronato San José, del Municipio de Quito. “Es para personas en situación de calle o de vulnerabilidad”.

Padilla, que además de gestor cultural es psicólogo y ha sido locutor de radio, confiesa que está esperando ver a Molotov. “La última vez fue en el 2012; ha pasado mucho tiempo. Y estoy con muchas ganas de volver a ver a Rocola Bacalao, que estuvo en Quito Fest en 2008, igual que Papayadada. Creo que el primer y segundo día, para mí, son mi historia”. En lo personal, no se describe como metalero, pero asegura que el día de metal es un sello del festival.

La ciudad de Quito tiene un movimiento metal gigantesco y tiene que seguir vivo; no se puede negar la cantidad de gente que sigue este tipo de música. Desgraciadamente, después de la pandemia se han venido a menos algunos de los eventos que ellos tenían”.

Junto con tres amigos, Padilla creó el Quito Fest en 2003, cuando él tenía 23 años. “Yo hacía radio; lo hacía hasta hace poco tiempo con mi amigo Jalal Dubois. Así conocí a la gente de Mamá Vudú, que tenía un proyecto escondido, y mi primer festival fue en La Carolina, 5 y 6 de diciembre, con cinco bandas el primer día y seis el segundo, con un camerino que era un paracaídas colgado. Dijimos: ‘Vamos a ver qué pasa’, y han pasado 21 años”.

Su historia, resume, es de lucha, trabajo, buenas rachas, malas rachas y, “más o menos”, de grandes pérdidas y de ganancias. “Y sobre todo, de música. Este año estamos supercontentos de la atención que tenemos en el país y alrededor del mundo; eso nos llama a seguir creciendo e internacionalizando. Traemos bandas de otros países y hemos posibilitado que ecuatorianos vayan a diferentes países del mundo, y eso es muy importante”.

El primer día, la oferta es bailable, con La Delio Valdez (Argentina); Rocola Bacalao (Ecuador), que vuelve a los escenarios después de algún tiempo; Papayadada, “banda local de gran crecimiento”; Los Mirlos (Perú), “cumbia amazónica, viene de presentarse en festivales como el Cordillera, Coachella y Lollapalooza”; Mugre Sur (hiphop); Banda 24 de Mayo (Patate); Mula (República Dominicana); Wañukta Tonic; Mel Mourelle; La Mafiandina; Machaca (representante de Ecuador en el Festival de las Calaveras, en Aguascalientes, México) y La Sagrada Familia.

El segundo día está consagrado al rock, con Molotov y sus 30 años de historia; Lolabúm, apuesta ecuatoriana en el Estéreo Pícnic 2023; Ana Tijoux, de Chile; Él Mató a un Policía Motorizado (Argentina), así como Pablo Navarrete, Le Teléfono (Cuenca), Paulatinamente (Colombia), Álex Eugenio (Guayaquil), Flix Pussycola (Quito), Iliary y Estamos Perdidos.

El cierre es con metal, liderado por la banda argentina Malón, los cuencanos de Bajo Sueños, los estadounidenses de Mad Bally el retorno de Muscaria. La colaboración con Aguascalientes permite la presencia de Here Comes the Kraken (México). A ellos se suman Curare, Black Sun, Las Tres Piedras, Resistencia, Sublevación Post Mortem, Sacrificum Tagaeri y The Psychokiller.

(E)