Mateo Vélez es todo un personaje y eso es gracias a la exposición que le ha dado su dueña, Érika Vélez, en redes sociales. Hace exactamente dos años, el canino llegó a la vida de la artista, justo en la pandemia cuando ella había terminado de experimentar los síntomas por el COVID-19.

“Un día estaba hablando con mi querido amigo y doctor Paúl Arcentales de perritos y él me comentó que en un albergue en Quito había un beagle”, cuenta la jueza de Yo me llamo en su canal de TiKTok.

Publicidad

Él es Mateo, el perro de Erika Vélez que tiene 43 mil seguidores: su único gran amor y protagonista de sus redes sociales

Al escuchar la raza del perro, Érika se emocionó porque su mamá tenía un beagle llamado Lucas y la posibilidad de darle el perro como obsequio a su madre, para que le haga compañía, le llamó mucho la atención.

“(Paúl) me manda videos del cachorro y me decía que nadie lo quería porque no era un beagle bonito porque tenía un antifaz negro en los ojos que lo hacía ver maloso y dije ‘este es’”, dice Érika en referencia a la mancha negra que tiene Mateo a la altura de sus ojos.

Publicidad

Ya teniendo el regalo perfecto para su mamá, la actriz quiso que sea sorpresa: “no le íbamos a decir nada hasta que ya lo tuviera en Guayaquil”. En una cooperativa de transporte mandaron al cachorro de meses en una “cajita de manzanas y llegó el bebé a Guayaquil”.

Lo primero que hizo Érika fue llevarlo a una veterinaria a hacerlo revisar, pero la especialista le aconsejó que todavía lo tenga ella en su casa hasta que cumpla con todas las vacunas. Tres meses duró Mateo con Érika, esperando a que se cumpliera este tiempo.

“Ya para esa entonces yo estaba embobada de Mateo”, admite. Su mamá seguía sin saber nada y cada vez más aumentaban los juguetes para perro, las camas y los peluches en la casa de Érika.

Fue así como la manabita se armó de valor y le confesó a su madre que “el perrito que iba a ser para ti ahora es mío”. “No lo esperaba, no estaba preparada... La primera vez que lo dejé solo en la casa destruyó todo. No pude tener Navidad porque tiene una fijación con los árboles de Navidad, se come todo”, indica entre risas.

Pero aún con ese carácter juguetón y destructor, Érika no se arrepiente: “Creo que es la primera vez que un perrito me había llegado de una forma distinta a otras veces. Puede que me queje mucho, pero no me arrepiento”. (E)