El 29 de julio de 1981, los ojos del mundo entero estaban puestos en la catedral de San Pablo de Londres. Todos esperaban la llegada de esa jovencita aristócrata que en los últimos meses había copado las portadas de revistas, periódicos, así como largos espacios en la televisión y radio que escrudiñaban hasta los más mínimos detalles de la tercera hija de John Spencer, VIII conde de Spencer.