Verónica Berrones
QUITO.- La nostalgia fue inevitable cuando el lenguaje de los instrumentos andinos empezó a calar en el alma de los asistentes a la décima edición de Cantos de Libertad, un concierto latinoamericano. El primer grupo en salir al escenario fue Maya Andina. El repleto coliseo General Rumiñahui, empezó a calentarse con el folclore boliviano.

Las danzas enmascaradas pusieron de pie al público que intentó batir la cintura como los bailarines que tenían al frente. La tarea no resultó fácil, pero el ánimo no declinó y las palmas salieron del bolsillo a pesar del frío. Don Carlos (omitió su apellido) fue uno de ellos. Asistió con su hijo de 10 años a recordar “viejos tiempos” y sí que eran tiempos de antaño, pues el rostro de la mayoría de los asistentes denotaban medio siglo o más de camino.

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Vestidos de negro y con una chompa que al frente lucía el tricolor boliviano, los Maya Andina pusieron también la melancolía con Amor ardiente. La letra no era desconocida y eso se reflejaba al momento de corear. “Con tus besos quiero quemarme y ser cenizas de tu amor”. Con esa canción, las palmas de don Carlos sobrepasaron su cabeza y con aplausos intentaba explicar a su hijo la importancia de esa agrupación.

Las nuevas canciones también rondaron por el coliseo hasta que el grupo terminó su intervención para dar paso al grupo nacional Jayac (de Zámbiza, Pichincha). El diabluma, un personaje folclórico andino, inició el show con el zapateado que invitó a los presentes a copiar el ritmo. No fue difícil. Bastó con levantar uno y otro pie de manera acelerada para coger el ritmo.

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El frío, por supuesto, ayudó y el agitar de la bandera ecuatoriana elevó el espíritu. Nadie se quedó sentado hasta que Jayac decidió también brindar un poco de nostalgia con Volver a amar. Todo el público gritaba dolido: “Cómo quisiera olvidarte, borrar de mí todo el recuerdo pasado...”.

“Así a secas no pasa” se oía desde los graderíos mientras otros no paraban de corear “porque túúú destrozaaaste mis sueeeños, se apagó mi sonrriiisa, se acabó mi esperaaanza”. Y sin misericordia, Jayac puso la estocada final. Por un amor, una canción entre danza y melancolía. Sacó las voces roncas de los asistentes que por un amor estaban sufriendo y llorando. “Siempre quise olvidarla, nunca pude borrarla, sin embargo, estoy aquí para recordar” entonaban. Saltaban en medio del dolor de las letras.

Jayac dejó el escenario para permitir el ingreso del grupo argentino Los del Suquía. Vestidos de blanco y con las guitarras en mano arrancaron. Interpretaron Canción para una mentira. Esa que reza: “Qué triste es sentirse herido... ”. Junto con esa canción y mirándolos a ellos, muchos se jugaron el alma. Más de media hora de intervención permitió ver que el sentimiento del amor y el desamor siempre estará presente en los nostálgicos que encuentran en el folclore una salida a sus lamentos.

La noche esperó también a los Kjarkas de Bolivia y a los Inti Illimani de Chile, quienes albergan una larga trayectoria andina que dejó marcas. El espectáculo se prolongó hasta la madrugada del sábado.