Patricia Villarruel
MADRID.- Carlos Endara Andrade fue un virtuoso del retrato decimonónico. Los escenarios ficticios de resonancias simbólicas y sociales de los que se valía realzaban y travestían, a la vez, la verdadera identidad de los personajes de sus instantáneas. Por eso este cronista visual nacido en Ibarra en 1865 hizo historia en Panamá.
Su obra, desconocida en Ecuador, es un referente de la fotografía en el país centroamericano. Se convirtió en un ícono de la generación que fundó esta república, a fines del siglo XIX y la primera mitad del XX. Su lente refleja el espíritu de una época, de ahí el título de la muestra, Un mundo feliz, que forma parte de PhotoEspaña.
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En su decimocuarta edición, la cita internacional de fotografía más importante del país europeo convierte al retrato en protagonista como portador de la identidad del individuo. Y la propuesta de Endara, inédita fuera de los lindes panameños, se ajusta al canon establecido.
La amplitud del registro del artista ecuatoriano, un apasionado de los avances de la tecnología, devela la diversidad humana que como él llegó a una sociedad venturosa en busca de un mejor porvenir (corría 1886 cuando este estudiante en Quito de dibujo y pintura pisó el Canal por primera ocasión).
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Es amplísimo el espectro de su registro humano y ambiental siempre con gran énfasis en los detalles y precisa geometría y balance entre grises, blancos y negros. Plasmó la cotidianidad del mosaico étnico de la urbe en un momento en que retratarse era una expresión de progreso individual y poder adquisitivo.
Documentó las calles, las plazas, los parques de la ciudad que convirtió en su hogar hasta su muerte en 1954. Posar ante su cámara era un verdadero privilegio. Lo sabían hasta los presidentes de la República como Belisario Porras (estuvo en el poder durante tres períodos) que lo convirtieron en su fotógrafo predilecto. Recurría a exóticos telones de fondo y a toda clase de disfraces, atuendos y artificios para idealizar la identidad de sus fotografiados.
En su trabajo se distinguen también los retratos grupales: "Endara revela el espíritu unido de conjuntos humanos que comparten una misma fe en el progreso y el crecimiento social", subraya Adrienne Samos, comisaria de la exhibición que estará hasta octubre en la Casa de América de Madrid. En la muestra se aprecia cómo hombres y mujeres aparecen en un clima igualitario, pero cada uno son individuos reconocibles.
Un mundo feliz recoge más de un centenar de imágenes (copias de época y nuevas, negativos en vidrio, retratos iluminados y 150 tarjetas de visita) del archivo fotográfico que acumuló Samuel Lewis Arango y, luego, atesoró su nieto, Mario Lewis Morgan, dueño actual de la Casa Museo Endara.
Todas están desprovistas de enfoques suaves o románticos típicos de los paisajistas y retratistas de esos años. Era un "artista decididamente moderno", apunta Samos. "Sus registros revelan una tenaz voluntad de ajustar cada elemento humano, paisajístico, arquitectónico y urbano, hasta lograr la toma perfecta", insiste. Y, si hay un hilo conductor en su vasta obra es la "globalidad". Los precursores de su trabajo quieren que su país de origen deje de ser inmune a su talento, el que sigue maravillando en Panamá.
Apuntes
Con 20 años Endara salió de Ecuador para instalarse en Panamá. En 1899 estudió Bellas Artes en París, con énfasis en las nuevas técnicas fotográficas.
Mario Lewis Morgan recopiló los archivos de la obra de Endara. También restaura el estudio en el que laboró el fotógrafo, ubicado en el centro de Ciudad de Panamá. Ahora es la Casa Museo Endara que cuenta con tres pisos expositivos.