Algo tiene que cambiar si queremos enfrentar la narcocultura desde la raíz.

Hace un par de meses escribí un primer artículo sobre la cultura de la legalidad, tema que planteó en una entrevista la ministra Mónica Palencia, y que implicaba la idea de trabajar en un cambio de cultura para el país que permita repensar nuestra forma de vivir desde una visión ética.

Esta semana, la Universidad Casa Grande organizó el conversatorio “Cultura de la legalidad: una transformación cultural para lograr una convivencia basada en el respeto y la empatía”. Los participantes fueron: Mónica Palencia, ministra de Gobierno y ministra del Interior (encargada); Daniel Calderón, ministro de Educación; Juan Carlos Díaz Granados, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Guayaquil, y María Helena Manrique, orientadora familiar.

El ministro de Educación, entre otras cosas, planteó que cuando queremos formar en la cultura de la legalidad importa más lo que se contagia que lo que se enseña. Importa más el testimonio que lo que se dice que hay que hacer. Asumirlo no solo desde la formación, sino de la apropiación cultural. Sugirió también permitir que los estudiantes participen en la construcción de las normas éticas; así no solamente van a ser capaces de incorporarlas, sino también de cuidarlas.

El debido proceso

Por su lado, desde la mirada empresarial, Juan Carlos Díaz Granados se refirió a la importancia de que los líderes actúen siendo ejemplo de integridad y honestidad, respetando los derechos laborales que implican condiciones justas y seguras para los empleados y dando oportunidades. Una de las causas por las que las personas operan fuera de la ley es la falta de oportunidades, precisó.

Hablando de la familia, María Helena Manrique cuestionó cuando la forma en que se enseñan y transmiten los valores está orientada al miedo a la consecuencia y evitar la sanción, en lugar de educar con el resultado del bienestar interior que se da cuando actúas de la manera correcta.

No bajemos la guardia

Mónica Palencia, desde lo político, definió la cultura de la legalidad como un pilar que articula dos grandes conceptos: el de la administración de justicia proba y el de la vida sin corrupción. La cultura de la legalidad no es ley; es una forma de vida acorde a una serie de normas, principios y valores que se enlazan de forma tal que el bien de todos es el bien personal y no otro.

Todos los ponentes coincidieron en la necesidad de llegar a un acuerdo para identificar un conjunto de valores colectivos, esos valores que van a construir a largo plazo el país que queremos ser. Ante eso, Palencia planteó la posibilidad de poner el respeto a la legalidad en sí mismo como uno de estos valores, porque nos vincula a la observancia de los derechos fundamentales y la transparencia de la gestión de todos los actos de nuestra vida.

Luego la ministra agregó: “Me han dicho que la transformación cultural es muy lenta, que es una utopía, pero estoy convencida de que es posible; puede que tarde generaciones, pero hay que dar el primer paso”. (O)