El dicho popular manifiesta: “Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad” y en lo coloquial la gente agrega: “Algo de cierto habrá”, porque fácilmente la inocencia y espontaneidad infantil ponen en evidencia una mentira, así como el alcohol exacerba los rasgos de personalidad y genera estragos a nivel del lóbulo frontal que pierde su capacidad de filtrar y contener lo que podemos pensar, pero que en sano juicio y en determinado contexto no diríamos jamás. Tal es el caso de la exjueza, que hace pocos días en estado de embriaguez insultó, agredió físicamente y amenazó de muerte a los policías que la detuvieron en un restaurante por negarse a pagar la cuenta. Nuevo escándalo que salpica a la justicia, reformada por este Gobierno, que pone en evidencia algunas verdades.

La primera verdad es que el abuso de poder campea. La exjueza desnudó el característico abuso y corrupción de cierta clase política que ebria de poder se considera intocable. Está claro que el poder envilece y no debería sorprendernos tanto los exabruptos de una exfuncionaria del Estado, pues su comportamiento está acorde con la acostumbrada prepotencia de quienes se sienten poderosos, basta ver con qué ligereza se insulta, descalifica o amenaza cada sábado.

La segunda verdad es que a las autoridades les interesa más la filtración del video que su contenido. Afirmaciones como “Hago una llamada y te mueres en 30 minutos” y “Yo soy jueza... Eso me consiguió mi esposo, el mafioso más mafioso” han sido deliberadamente ignoradas por la Fiscalía, pues al parecer no ameritan mayor atención ni están dentro de las prioridades por resolver en el caso, están más preocupados por encontrar al responsable que puso a circular en las redes sociales el video, que esclarecer cuál es el verdadero alcance de sus amenazas (o llamadas) e ir al fondo de lo que podría ser incluso un nuevo caso de tráfico de influencias (con el mafioso más mafioso). La señal que nos dan una vez más es que en nuestro país es más peligroso denunciar los actos de corrupción que cometerlos.

La tercera verdad tiene que ver con la falta de autocrítica del Consejo de la Judicatura, que se defiende diciendo que la señora fue destituida por negligencia el mes pasado. Sin embargo, es evidente que en algo fallan los cuestionados concursos de “méritos y oposición”, que permiten que una persona con evidente incoherencia ética pueda llegar a ser jueza de la Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia del Guayas.

La última verdad la sintetiza el dicho “El que tiene padrinos se bautiza”. Sus antecedentes, comprometidas expresiones y amenazas a la autoridad, no fueron suficientes para dictaminar orden de prisión preventiva contra la exjueza; por el contrario, la Fiscalía ordenó medidas alternativas con las cuales la involucrada hoy goza de libertad. Un caso similar de abuso de poder ocurrió el pasado 12 de noviembre en Guayaquil, cuando un juez amenazó de muerte a su expareja y a dos policías (uno de ellos fue hospitalizado tras ser agredido físicamente), destruyó una patrulla y a la Fiscalía no le parecieron suficientes delitos para encarcelarlo; le dictaminaron medidas cautelares y quedó en libertad. Si los jueces pueden amenazar de muerte a los ciudadanos y a los fiscales les tiembla la mano para sancionar a sus colegas, ¿quién podrá defendernos?

Hay que ver lo que tienen que pasar los ciudadanos si no tienen padrinos, solo recordemos a los dos indígenas saraguro que fueron sentenciados a 4 años de prisión el pasado mes de mayo por cerrar una carretera en una manifestación. En fin, así son las cosas cuando se es juez y parte del mismo clan. (O)