Era un día de rutina en la Corte Provinical del Guayas. Un tribunal debía instalar una audiencia para tratar la apelación a una sentencia. Horas antes, la presidenta del Parlamento Andino, Cristina Reyes, le escribió por ese caso a su amiga Mayra S., la relacionista pública de esa magistratura: “(W. Q.) me pide un favor. (...) que si la dra puede recibir a (D. G.) su cuñado cuando ella pueda”. La doctora era Fabiola G., entonces presidenta de la Corte, quien formaba parte de ese tribunal.