Con el decreto firmado por el presidente Guillermo Lasso que disolvió la Asamblea Nacional el país entra en una etapa de incertidumbre. Lasso no terminará su mandato, ya que se convocarán a elecciones anticipadas. No es la primera vez que en la historia del Ecuador un jefe de Estado no termina el periodo para el que fue electo. Desde el retorno a la democracia (1979) la historia nos indica que en el país se destituyeron a tres presidentes y el país tuvo once gobernantes.

El periodo de gran inestabilidad fue entre 1996 y 2006. Todas las “caídas” de los presidentes y las asunciones de los vicepresidentes tuvieron algo en común: incertidumbre social, económica y política, según analistas consultados.

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Cristian Carpio, analista político, indica que cualquier transición política tiene un impacto económico, social y político importante y que muchos de los gobiernos que asumieron el mandato luego de una destitución o en este caso en el escenario de elecciones anticipadas tuvieron que lidiar con los mismos problemas que enfrentaron los mandatarios que salieron del poder.

Afirma que históricamente se ha “vendido” a los ecuatorianos como la solución a todos los problemas la destitución o cambio de un presidente, pero la misma historia ha confirmado lo contrario, ya que el país vive en eternas crisis políticas, sociales y económicas con periodos momentáneos de bonanza que no han sido aprovechados correctamente.

En la época reciente, con excepción de Rosalía Arteaga, todos los vicepresidentes que sucedieron a sus presidentes terminaron su periodo y esto demuestra, en cierta forma, que hubo un mayor proceso de gobernabilidad. Pero no quiere decir que los problemas del país se solventaron”, dice.

Para Jorge Calderón, analista económico, tanto las “caídas” (salida del presidente por movilizaciones sociales) como las destituciones por juicios políticos siempre están marcadas por tres fases o etapas en materia económica.

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La primera consiste en el aumento de indicadores como el riesgo país, la disminución de inversión extranjera y el escaso acceso a financiamiento externo de previo a la salida del mandatario, ya que hay una percepción de inestabilidad, por lo que los actores económicos se sienten nerviosos.

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Nos pasó en la época de (Jamil) Mahuad cuando hubo incertidumbre con el tipo de cambio, lo mismo con Abdalá (Bucaram). Es un primer periodo que es como un compás de espera. Esta incertidumbre se ha evidenciado en los últimos meses en el gobierno de Guillermo Lasso”, afirma Calderón.

La segunda fase es cuando ocurre el juicio o salida del presidente y se apodera el sentimiento de no saber qué pasará y quién asumirá: “Se esperan decisiones y un respeto al orden constitucional, aquí el riesgo país también se dispara, las inversiones seguirán pausadas”.

El último periodo es conocer el camino que tomará la nueva administración en lo económico y aquí no se espera que las inversiones se retomen rápidamente, ya que se esperará cuáles serán los responsables de la política económica, las perspectivas a largo plazo y, especialmente, definir el tiempo que se quedará el nuevo presidente. En todas las etapas se frenan inversiones que generaría empleos directos.

Probablemente existan especulaciones a nivel de precios, pero mucho dependerá del nivel traumático que sean los escenarios”, añade Calderón. De hecho el riesgo país se ubicó en 1.759 puntos el pasado 16 de mayo en el contexto del juicio político que se realizaba en la Asamblea antes de la firma de la muerte cruzada.

Julieta Herrería, docente de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Casa Grande, indica que en el Ecuador durante estos procesos las fuerzas políticas y la sociedad no consideran el costo que representa recomponer las instituciones ecuatorianas.

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Indica que la decisión de “sacar” a un presidente son medidas cortoplacistas y no analiza las consecuencias que estas generan: “¿Qué pasa al día siguiente que se saca un presidente? Las instituciones tambalean y los centros de poder se reconfiguran. Esto es negativo, ya que los Estados como el ecuatoriano están diseñados para que cada cuatro años haya esta reconfiguración por lo que hay muchos conflictos”.

Añade que la salida de un mandatario no garantiza que los servicios básicos lleguen a la población que los reclama y necesita, y que incluso puede retrasar temas como el pago de las ayudas y bonos que da el propio Estado.

Considera que las reconfiguraciones políticas toman demasiado tiempo por lo que la táctica del borrón y va de nuevo, que en el país es cíclica, no ha ayudado al desarrollo y, de hecho, la considera hasta “peligrosa”.

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Los ecuatorianos hemos experimentado salidas legítimas e ilegítimas de presidentes en la mitad (o antes) de sus periodos y esto es como dar a luz a los seis meses, ya que el niño no se desarrolla de la misma manera, no ha cumplido con las expectativas de desarrollo. Las democracias deben consolidarse con el tiempo y los ecuatorianos no hemos podido consolidar nuestra democracia, no hemos aprendido de nuestra historia”, dice.

Si bien el gobierno de Lasso no ha cumplido con las expectativas ciudadanas, una salida forzada del presidente no solucionará los problemas que aquejan al Ecuador, indica Herrería. (I)