Todos tenemos un mal día, de esos que demuestran que la ley de Murphy se puede manifestar de variadas formas. Por eso, luego de haber buscado una medicina en muchas farmacias sin tener éxito, fue muy esperanzador encontrar una dependienta que me diga: “Espere, lo voy a ayudar”. Esa expresión fue como una ráfaga de aire fresco en el día más sofocante. La dependienta finalmente la consiguió, y siempre recordaré su sonrisa de satisfacción por haberme cambiado el día.

Siendo tan sencilla, la sonrisa -para mí- es la más potente de las expresiones humanas. Me refiero a esa sonrisa genuina, cálida, sencilla, espontánea, que proviene de una emoción tan fuerte que necesita ser exteriorizada. ¿Qué la hace tan potente? Pues su capacidad de contagio y propagación. Y, además, surte su efecto tanto en quien la da como en el que la recibe.

Aprender a liderar y a soltar

En una ocasión conocí a una auditora de una gran institución bancaria, que no entraba dentro de los patrones que conocía (me refiero al auditor con ese clásico perfil de detective). Al contrario, ella se mostraba muy jovial, risueña y cálida, y su equipo de trabajo compartía ese mismo ánimo. Cuando indagué sobre su estilo, ella me respondió: “Es que los auditores debemos ser unos aliados. Por eso, si somos afables, los demás comprenderán nuestro interés por ayudarlos”. Lo cierto es que la estrategia funcionaba.

Así como la sonrisa, una palabra de aliento también es un potente catalizador de ánimo. En la formación de los niños se promueven las frases que los alienten a conseguir mayores logros, sin embargo, estas expresiones van desapareciendo a medida que crecemos. ¿Por qué? Aún no tengo una respuesta satisfactoria, pero estoy convencido de que las palabras de aliento tienen mucha fuerza en los adultos. Reconocer un esfuerzo, un logro, una caída que se volvió conquista o un trabajo bien hecho tiene un efecto multiplicador, pues por un lado reforzamos lo que se quiere mantener, y al mismo tiempo enseñamos a replicar la valoración a los demás.

Sé que estamos en tiempos complejos y las noticias diarias no ayudan. Pero, lejos de desanimarnos, pongamos énfasis en el entorno que sí podemos influenciar. Una sonrisa o una palabra de aliento no cuesta nada, pero a lo mejor puede cambiar la vida de quien está a nuestro lado. Por eso, si queremos lograr cambios, a lo mejor lo único que se requiere es empezar con una sonrisa. (O)