A primera vista podría pensarse que se trata de un niño frágil, que necesita perenne atención y que controla su entorno a base de sus emociones. Pero es todo lo contrario: el niño de vidrio es aquel que, por tener uno o más hermanos en condiciones precarias de salud física o mental crónicas, vive su vida de manera casi desapercibida por sus padres, quienes deben entregarse por entero al cuidado del hijo de alta necesidad.