No estaba perdida, tampoco se trataba de la grabación de algún sketch cómico. En medio de los estands de la Feria del libro de Guayaquil, con un centenar de visitantes que recorrían los pasillos con bolsas llenas de compras, se veía entre la multitud a Valentina Cedeño Caleño. Vestida con un gran vestido en tonos pasteles, una tiara sobre su cabeza y posando frente a la cámara de una fotógrafa.