“Me aventuraría a decir que Anon (Anónimo), que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer”, escribió Virginia Woolf en su libro Una habitación propia (1929). Y es que, según demuestra la historia, escribir, publicar y ser mujer al mismo tiempo no era visto con buenos ojos en los siglos XVIII y XIX. A propósito del Día Internacional de la Mujer, reunimos algunos títulos que fueron publicados sin el nombre original de sus autoras.
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La primera vez que se publicó Orgullo y prejuicio (1813) fue sin la firma de su autora, Jane Austen, quien prefirió publicar todos sus libros omitiendo su nombre. Aunque años atrás, en 1811, dejó un precedente con su primera novela, Sentido y sensibilidad, en la que escribió en letras mayúsculas: “Una novela en tres volúmenes escrito por una dama”.
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El anonimato también fue adoptado en la publicación original de Frankenstein, en 1818. Todos sabemos que su autora fue la gran Mary Shelley, pero este dato estuvo oculto por cinco años. En 1823, una segunda edición lo revelaría, pero causaría confusión en la crítica literaria que insistía en que el libro era de Percy Shelley, su esposo.
Esta situación obligó a Shelley a aclararlo en una edición definitiva en 1831. “Si bien es cierto que no le debo a mi marido la idea de ningún episodio concreto, ni siquiera la de los sentimientos de personaje alguno, de no ser por su insistencia, nunca habría tomado la forma en la que se presentó al público”, escribió en sus primeras páginas.
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En tanto, Scenes of Clerical Life fue publicada en 1858 con la firma de George Eliot, un nombre que respondería a un autor masculino. Esta obra se ganó la admiración de importantes autores, como Charles Dickens, quien la destacó por su veracidad y delicadeza humorística. Lo mismo ocurrió con el libro Adam Bede, publicado un año después con la misma autoría.
Sin embargo, en cuanto se supo que los textos eran de la escritora Mary Ann Evans, las críticas empezaron a llover como piedras. La autora era una figura renombrada en los círculos intelectuales victorianos, por lo que prefería que su nombre real no se viera vinculado con la ficción de “novelistas femeninas”. Su seudónimo de George Eliot se conserva en todas sus obras, hasta la actualidad.
Pero esta “tradición” no solo responde a la época antigua. Joanne Kathleen Rowling, más conocida como J. K. Rowling, firmó su primera novela policíaca, El canto del cuco (2013), como Robert Galbraith; una decisión impuesta por sus editores, quienes se negaban a publicarla con su nombre de mujer, algo que años después la autora resumió como “puro sexismo”.
Otras escritoras que firmaron como hombres fueron Amantine Dupin (seudónimo: George Sand), las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë (seudónimos: Currer, Ellis y Acton Bell, respectivamente), entre otras. (I)