La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda defendió este domingo en el Festival de Literatura Quimeras, en León (noroeste de España), que “la imaginación es radicalmente insurgente e impura”, y afirmó que los seres humanos piensan a través de construir historias.
En su intervención sostuvo que le gustan “las zonas liminares, los lugares donde las líneas del pensamiento se vuelven porosas y borrosas” porque “solo desde ahí acontece lo insólito, lo inesperado”.
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Ojeda (Guayaquil, 1988) fue finalista al National Book Award por Mandíbula (2018) y ha sido seleccionada por la revista Granta como una de los 25 mejores narradores jóvenes en español.
La autora habló acerca de lo femenino en la literatura de monstruos, y precisó que, cuando uno trata de pensar personajes femeninos, es muy difícil que estos siempre se mantengan en la normatividad, lo que deviene en la monstruosidad.
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“En cuanto nos desviamos de la norma, nos devenimos monstruos”, agregó Ojeda, que en torno a este concepto de la monstruosidad reflexionó sobre las fuentes míticas y el modo en el que las tradiciones de un ámbito geográfico concreto pueden llegar a convertirse en materia literaria.
No obstante, admitió que llegó antes a figuras como las sirenas o Frankenstein que a ciertos monstruos latinoamericanos que de algún modo le habían sido más ajenos.
Para la escritora, los seres humanos piensan a través de construir historias; por ello, cuestiona la separación que se intenta hacer entre mitos y logos —con la consecuente infantilización del mito— y afirmó que “no se puede vivir la vida fuera del relato”.
En su producción es recurrente encontrar hermanas o amigas que actúan como hermanas, y en su última novela, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, aboga por la manifestación del doble, una temática que enlaza con la problemática de la identidad, la sensación de abandono, la herencia o la dicotomía vivo-muerto.
Ojeda asume la voz “como hilo que va tejiendo el cuerpo” y como algo atávico que abre heridas y al mismo tiempo es capaz de subsanarlas.
Reconoció que le interesa mucho la vertiente sobrenatural de la música y de la voz, una dimensión oral que se percibe perfectamente en su última obra. (F)