La foto publicada por la presentadora de televisión Marián Sabaté, el pasado 8 de marzo en conmemoración del Día de la Mujer, desató una ola de comentarios a favor y en contra. “Hoy quiero utilizar mi cuerpo como un lienzo de protesta; si conoces un caso, denúncialo, porque vivas nos queremos”, decía la leyenda que iba acompañada de unas gráficas en blanco y negro, con el cuerpo de Sabaté al descubierto y con epítetos como ’débil’, ’muere’, ’bruta’, ’fácil’, ’insegura’, ’puta’ y ’zorra’.

Emplear el cuerpo para manifestar las diversas problemáticas que encierran la violencia se ha convertido, en los últimos años, en una opción replicada por varias personas. ¿Qué dicen los expertos al respecto?

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Para Tina Zerega, vicerrectora académica de la Universidad Casa Grande, el desnudo se justifica para protestar. El desnudo tiene diferentes simbologías siempre y cuando los movimientos sociales lo usen como un código que puede servir, desde para llamar la atención, para tener un significado específico... Siento que en el marco de una protesta no estamos hablando de gente que se desnuda por desnudarse, sino que siempre hay que conocer qué reclamo se está efectuando, qué simboliza ese desnudo. El desnudo tiene una larga tradición en la protesta femenina...”, explica.

Añade que “esta idea de los cuerpos desnudos visibilizados juega a las dos cosas. Por un lado, a provocar todo esto que ha justificado la violencia hacia la mujer, pero por otro lado, también es una expresión del empoderamiento alrededor del cuerpo de las mujeres y toda esa diversidad en relación a eso...”.

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El psicólogo clínico Octavio Huerta sostiene que en Ecuador, al ser una sociedad “tradicionalista”, puede ocurrir que el mensaje de la foto, “que es impactante y lo que busca es llamar la atención para poder transmitir un mensaje en contra del maltrato a la mujer”, pierda el impacto, ya que las personas podrían enfocarse solo en la forma. “Las personas pueden comenzar a hablar mucho sobre el desnudo o lo más superficial”, menciona.

En tanto como fortaleza menciona que es una forma de expresión y que “eso siempre será bueno, porque lo peor que puede pasar es el silencio”. “El silencio es la complicidad de una sociedad en cuanto a un fenómeno que nos afecta a todos”.

El profesional apoya la completa expresión de la problemática y dice que lo que hizo la presentadora es eficiente tomando en cuenta que da paso a un cuestionamiento. “Claro que tomando en cuenta lo que ya expresé, muchas personas se quedarán en lo superficial, pero otras captarán el fondo”.

Lo que él recomienda es que no solo existan esta clase de manifestaciones (desnudos) sobre el maltrato a la mujer, sino que haya otros medios de comunicación que también puedan ser aceptados por las personas “un poco más conservadoras” y sigan siendo eficientes. “Así que no creo que no cumpla su objetivo, sino que en una sociedad como la nuestra lo cumple a medias”.

En tanto, Margarita Meier de Caballero, quien se desempeñó catorce años como docente en la Universidad de Guayaquil, no considera que para protestar contra la violencia se deba descubrir el cuerpo una mujer “pudorosa, pulcra, con valores y ejemplo para una sociedad cambiante”.

“Todo lo que sea grotesco, inapropiado o aberrante escribirlo en el cuerpo de una mujer, que es el templo de ella, no es aceptable a mi manera de pensar; todas las mujeres son dignas de respeto...”, expresa Meier.

Como exdocente de asignaturas como Psicología de la Comunicación y Teoría de la Comunicación, cree que la fotografía de Sabaté no transmite nada. “Porque lo que tiene son apelativos que no van con ella, una mujer muy bonita, que todavía conserva sus rastros en la cara, una mujer que ha luchado en la pantalla de algunos canales para mantenerse hasta ahora...”.

“Para protestar no se necesita autoherirse ni profanarse a sí mismo (...), tienes que vivir como que fuera el último día de tu vida, sin lesionarte física, psíquica ni moralmente”, resalta la exdocente.

Un cuerpo que dramatiza el dolor, el secuestro y la violación

“Me sorprendió que una persona tan pública y tan frívola -por qué no decirlo- de repente se hiciera una fotos tan dolorosas, tan de denuncia con su propio cuerpo, haciendo como una representación del secuestro y de la violación, con esta cara negra y estas palabras pintadas en el cuerpo”, opina la escritora María Fernanda Ampuero.

La autora, autodeclarada feminista, expresa que realmente causan impacto son los señalamientos y comentarios que las personas dejan en el post de Sabaté. “Cuando tú lees los comentarios, te provoca no salir nunca más de tu casa. Nosotras compartimos país con gente que le dice a Marián Sabaté -en ese momento de respuestas a esas fotos- que ‘está buena’ o ‘que se hubiera tomado esas fotos 20 años antes cuando estaba más buena’”.

“O sea que a una mujer que se ha tomado unas fotos, pintado el cuerpo de negro, con lágrimas, una mujer que está manchada, que está claramente simbolizando el estar ensangrentada, que tiene las manos así (amarradas) porque está secuestrada, le digan que ‘está buena’, a mí me hace pensar que vivimos rodeados de tipos que fantasean con vernos así para destruirnos”, añade Ampuero.

Ella siente que lo que se conoce como la cultura de la violación está naturalizado. “Ni siquiera les da vergüenza poner un tuit con su nombre y su foto haciéndose pajas con la imagen de una mujer que está representando a una mujer asesinada, una mujer violada, una mujer violentada. Yo leyendo todos los comentarios a Marián Sabaté sentí pavor de los hombres que nos rodean...”, confiesa.

Según Valeska Chiriboga, parte del movimiento feminista de Guayaquil y trabajadora en organizaciones de derechos humanos, el desnudo dentro de las marchas feministas puntualmente es un enunciado político.

“En realidad el consumo del cuerpo y esta postura de capitalización del cuerpo de la mujer siempre ha estado orientado al consumo del hombre, es decir, los desnudos están bien siempre y cuando sean para el consumo de otros, especialmente hombres, o cuando sea para beneficio de otros. Pero cuando es utilizado para un enunciado político -en este sentido, una marcha feminista por la reivindicación de los derechos de las niñas y las mujeres- claro, ahí es cuando incomoda”, explica.

En ese sentido, señala que habría que plantearse “¿por qué incomoda aquí y no en otros espacios como la publicidad, que es donde más se sexualiza el cuerpo de la mujer?, ahí no incomoda”.

Una pregunta similar insta Zerega a realizar ¿por qué nos ofende un cuerpo desnudo? “Creo que esta pregunta tenemos que hacérnosla como sociedad civil, qué es lo que nos ofende de ese cuerpo, nos ofende desde unas matrices religiosas, nos ofende desde unas matrices morales, nos ofende porque a veces no reproduce ciertos cánones, por ejemplo de belleza que también hay, los cuerpos criticados porque son gordos, porque no tienen que ver con ciertos patrones de belleza, entonces allí sí creo que vale la pregunta”, apunta.

Una práctica de los 60

Según la docente investigadora Zerega, “el desnudarse para la protesta tal vez es nuevo en nuestro contexto, pero diría que es una práctica que se viene implementando en el mundo en los años 60 y 70”.

“Recordemos cuando empiezan los movimientos... Los movimientos hippies, por ejemplo, incluso lo que entendemos por arte contemporáneo, los happening, etc., van usando el desnudo precisamente como dinámica de expresión, de protesta...”, agrega.

Dado de esta forma, ¿por qué el mensaje deseado podría haber tenido mayor incidencia en las personas más jóvenes? “Vivimos en la época de la imitación, como el mono que imita, es la época de parecerse a otro, de hacer lo que otro hace, no buscamos nuestra propia identidad, no buscamos dentro de nosotros mismos lo verdadero y hermoso que tenemos”, sostiene Meier. (I)