El centro de Guayaquil, como ocurre en otras grandes ciudades, tiene una magia y un caos que muy pocos habitantes logran entender. El ruido de los buses, los altoparlantes de los vendedores de mascarillas y lotería se mezclan con el paso apresurado del visitante de este sector, que cambia constantemente y que en ocasiones sorprende -incluso- al residente local que solo va a esta zona por trámites varios.