Lo dijo el artista británico William Turner: “No tengo ningún secreto, pero trabajo duro. Este es un secreto que muchos nunca aprenden y no tienen éxito porque no lo aprenden. El trabajo es el genio que cambia el mundo de la fealdad a la belleza, y la gran maldición a una gran bendición”.

Su devoción hacia la intensa labor artística encontró coincidencias en su profunda admiración hacia la luz, un elemento que parece derramarse en abundancia en sus dibujos, acuarelas y óleos, mayormente volcados hacia el paisajismo.

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Autorretrato, c.1799, por Joseph Mallord William Turner 1775-1851 Foto: El Universo

Turner nació a fines de abril o principios de mayo de 1775 en la zona de Covent Garden, Londres. Su padre era barbero y su madre, ama de casa. Trabajó como ayudante de varios arquitectos, pero a los 14 años de edad comenzó a estudiar en la Royal Academy of Art, entidad que lo acogió como miembro en 1802, profesor de perspectiva en 1807 y vicepresidente en 1845.

'Tormenta de nieve: Hannibal y su ejército cruzando los Alpes' (1812), de William Turner. Foto: El Universo

Su talento e intensidad fueron evidentes desde una edad temprana, pero también fue discutido por ciertos sectores del arte, quizás por su falta de raíces aristocráticas. Sin embargo, cautivó a admiradores y mecenas que le permitieron constantes viajes por países como Francia, Suiza e Italia, que dejaron, por ejemplo, sus series de vistas de Venecia. Su metodología era recurrente: aprovechaba el verano para conocer el mundo y dedicaba el invierno a plasmarlo.

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'Venecia, desde el puente de Madonna della Salute' (1835), de William Turner. Foto: El Universo

“No pinto para que la gente me entienda, pinto para mostrar cómo se ve una escena en particular”, escribió. “Seleccionar, combinar y concentrar lo que es bello por naturaleza y admirable en el arte es tanto el negocio del paisajista en su línea como en los otros departamentos de arte”.

'El incendio de las Cámaras de los Lores y de los Comunes' (1835) evoca el fuego que golpeó el Parlamento británico el 16 de octubre de 1834. Colección de la Tate Gallery (Inglaterra). Foto: El Universo

Las escenas aparecen sembradas de romanticismo y dramatismo, acentuados por el tratamiento del espacio atmosférico y los efectos luminosos, con un sol que a menudo parece regalar sus amaneceres y atardeceres. Turner “fue el más grande pintor que Inglaterra ha producido”, indica el historiador de arte británico Kenneth Clark en su libro Civilization, agregando que fue innovador en su muy particular manera de pintar la luz del sol, de tormentas, de la neblina… Él lograba transformarlo todo, incluso los sentimientos, “en puro color”, lo cual era absolutamente revolucionario en esos años.

'Lluvia, vapor y velocidad' (1844), de William Turner. Foto: El Universo

Turner era un hombre ferozmente reservado y a menudo excéntrico. Nunca se casó. “Odio a los hombres casados. Nunca hacen ningún sacrificio a las artes”, indicó, pero mantuvo una larga relación romántica con Sophia Booth, la casera de la vivienda junto al mar en la que solía quedarse en la localidad costera de Margate, cerca de Londres. Turner murió en su casa de Chelsea el 19 de diciembre de 1851 , habiendo cumplido la gran meta que se impuso en su vida: “Mi trabajo es pintar lo que veo, no lo que sé”. (I)