Ignoradas por Oppenheimer, la premiada cinta de Christopher Nolan, las víctimas de Trinity, la primera prueba nuclear del mundo, cuentan su versión.

No están en Japón, sino en Estados Unidos. Uno de ellos es Wesley Burris, de 83 años, quien el 16 de julio de 1945 estaba profundamente dormido en su cama cuando la primera bomba atómica del mundo explotó a unos 40 kilómetros de su casa, en el desierto de Nuevo México.

Eran las 05:30 y la potencia de la explosión destruyó sus ventanas, esparciendo vidrios sobre él y su hermano menor. “Era tan brillante que no podía ver”, recuerda. “Me acuerdo de preguntar, ‘¿Qué pasó, papá? ¿El sol explotó?’”.

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Wesley Burris, de 83 años, era un niño cuando ocurrió la explosión que afectó a toda su familia. Foto: AFP

Ahora ese acontecimiento vuelve a la memoria por la recreación dramática de la nominada al Óscar Oppenheimer. Aunque la película muestra el sitio de la prueba Trinity como un desierto inhabitado, Burris y su familia estaban entre los miles que vivían en un radio de 80 kilómetros.

“No estábamos asustados porque no nos mató de inmediato”, dijo a la AFP. “No teníamos idea qué era”.

De acuerdo con First We Bombed New Mexico, un documental de 2023 dirigido por Lois Lipman, que sigue la lucha de las familias afectadas por la radiación, estas eran “en su mayoría hispanos y nativos americanos” cinco generaciones que nunca fueron advertidas, reconocidas ni socorridas.

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Las víctimas de Trinity esperan compensación 80 años después

La explosión envió material radiactivo a una altura de hasta 15.000 metros. La prueba tuvo lugar entre tormentas eléctricas, a pesar de las advertencias de los científicos, en la carrera por tener lista la bomba para una cumbre clave de la Segunda Guerra Mundial con los soviéticos.

Las lluvias trajeron de vuelta residuos tóxicos al desierto, donde irradiaron además las reservas de agua y la cadena alimentaria. El hermano de Burris falleció de cáncer, enfermedad que también sufrieron su hermana y su hija. Él padece cáncer de piel, que trata con medicina tradicional indígena.

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Ningún residente de Nuevo México afectado por la radiación de la prueba Trinity recibió una compensación económica. “Éramos los conejillos de indias”, dijo Tina Córdova, quien sobrevivió al cáncer y coordina el Consorcio de Descendientes de la Cuenca de Tularosa, en busca de justicia. “Pero vuelven y revisan a los conejillos de indias. Nadie regresó nunca a controlarnos a nosotros”.

Para Cordova, Oppenheimer al menos presentó el concepto de la prueba a millones de personas alrededor del mundo. Pero a más de eso, nada más. “¿No sería extraordinario que durante la entrega de los premios de la Academia, alguno de ellos dijera: ‘Quiero reconocer el sacrificio y el sufrimiento del pueblo de Nuevo México? Sabían sobre nosotros cuando filmaron la película. Decidieron ignorarnos de nuevo”.

Cordova, una de las cinco generaciones de su familia diagnosticadas con cáncer desde 1945, espera que este reconocimiento presione al Congreso de Estados Unidos a compensarlos.

La actual ley de Compensación de Exposición a la Radiación apoya a quienes vivieron cerca a los lugares de pruebas nucleares en Nevada, Utah y Arizona. Pero expiró en junio.

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Y una propuesta para ampliar su ámbito de aplicación a las personas expuestas a la primera explosión atómica, que había sido aprobada por el Senado de Estados Unidos el año pasado, fue retirada de un gigantesco proyecto de ley de defensa en diciembre por la Cámara de Representantes, preocupada por su costo.

“Organizamos ventas de pasteles, de garaje y cenas de enchiladas para recaudar dinero y ayudar a estas familias”, dijo Córdova. Quizás el Pentágono debería tener una venta de pasteles cada semana para completar sus demandas presupuestarias de la misma manera que nos toca a nosotros”.

Louisa Lopez, Wesley Burris y Tina Cordova se reúnen para recordar los eventos del 16 de julio de1945, revividos por la película 'Oppenheimer'. Foto: AFP

La única advertencia a los habitantes de Nuevo México

Oppenheimer no impresionó a Burris. “Sí, la vi, pero esa película es un montón de mentiras”, dijo. “¿Cuánta gente murió aquí? No dijeron nada sobre eso”. Pero el hombre se resignó hace tiempo a ser dejado de lado por la historia.

Su familia fue informada en 1945 que se trató de una explosión de municiones. Para aumentar el misterio, dos hombres extraños con binoculares fueron vistos observando la explosión en unos camiones estacionados cerca de su jardín. “No nos dijeron nada”, recuerda.

Años después, otro grupo de hombres apareció cerca de su casa vistiendo trajes blancos y máscaras.

Su hermano se les acercó y les preguntó por qué extraían muestras del suelo.

“Ellos dijeron: ‘Tienes que irte de aquí. Esto te matará’”, recuerda Burris.

“Y él dijo: ‘¿A dónde voy? Vivimos aquí en esta casa’”. (I)