Cuando nadie sepa qué hacer con la pelota, mirará atrás y se la dará a Rodri; cuando el arquero esté apretado por un rival, saldrá con Rodri, aunque lo vea marcado; cuando el equipo no encuentre los caminos ofensivos para la victoria, buscará al número 16… Él sabrá qué hacer, cómo desenredar la madeja del juego. Siempre con inteligencia y serenidad, con pase preciso y, seguro, limpiará la jugada y le dará un nuevo curso positivo a la acción. A derecha, a izquierda, arriba… Un distribuidor fantástico. Y cuando nadie esté acertado para el gol, también se hará cargo de ello. Es el centrocampista perfecto, con el que sueñan todos los entrenadores, muy técnico y con una solución para cada problema que el juego plantea. Para Rodri no hay canchas locales ni visitantes: brilla igual en todas. Es un cerebro, un termómetro y un ganador. Es el crack que jugará 60 partidos por año y será la figura en cincuenta y cinco. Es un atleta con temple, pero sin conflictos, con solo una tarjeta roja en diez temporadas y 487 partidos.