Francia, el país más crítico de Qatar y su Copa, los bendice con la presencia de su presidente Emmanuel Macron en el palco de Al Bayt para ver a su selección vencer a Marruecos y llegar a la final. El posible título mundial es un botín gigantesco que excede lo deportivo y está al alcance de la mano. La gente celebrará y el Gobierno querrá capitalizar. De modo que es preciso dejar de fruncir la nariz y olvidarse momentáneamente de los enarbolados derechos humanos y aprovechar la volada. Además, Qatar es uno de los mejores clientes de Francia en diversos rubros, aviones, construcciones… Y el equipo más poderoso y popular de Francia es propiedad catarí: Paris Saint-Germain. Para completar la liturgia, Macron declaró que “Qatar está organizando esta competición especialmente bien. La seguridad es buena”. Buenísima, comparada con el increíblemente deficiente operativo montado en París para la final de la Liga de Campeones. Listo, Qatar es bueno. A otra cosa.