Quien mire con deleite la catástrofe provocada en el Club Sport Emelec no ama al deporte, no ama al fútbol, no ama a Guayaquil. Deleitarse con el desastre moral, administrativo, financiero y técnico de uno de los símbolos de nuestra ciudad puede revelar una perturbación mental donde el odio injustificado prevalece por sobre el equilibrio emocional.