Qué sencillos en su grandeza eran los astros deportivos de antaño. Se los encontraba en la calle, caminando como cualquier ciudadano. Nunca negaban un saludo, un apretón de manos, tal vez una foto, aunque en aquel tiempo las cámaras solo las podían comprar personas con buen dinero. Paraban en las esquinas porteñas cuando los barrios eran ocupados por galladas ‘zanahorias’ en las que se hablaba de chismes, noviecitas, cine o deporte.