Lealtad para con la camiseta que se viste, de la que se vive (ya que no es amor, por ser un renglón que tiende a desaparecer con el auge del gran dinero); responsabilidad profesional que significa poner lo mejor del talento en busca del triunfo, disciplina para actuar en la plenitud física y mental, respeto al público que paga por ver un espectáculo. Todos esos conceptos no significan nada para un sector cada vez mayoritario de los opinadores que no entienden de ética, juego limpio y deportividad porque jamás practicaron deporte alguno, ni siquiera en el barrio, cuna del honor deportivo.