El intento de un referéndum ha tenido muchos efectos algo sorprendentes. Uno de ellos es hacer evidente la cantidad de mañosería barata y deshonesta involucrada en este intento de consulta. No solo se ha hecho evidente lo profundamente antiético que es preguntar conduciendo a una respuesta. Hay mucho más.

Tenemos, por ejemplo, que se ha mostrado con transparencia que aquella Constitución por la cual tanto lío armaron, por la cual tanto atropello cometieron, en realidad, no les importa nada y que, en el fondo, no fue más que un montaje, en el cual muchos tontos útiles se prestaron para que el viejo oportunismo coseche y acumule poder de la manera más escandalosa.

Los procedimientos por los cuales se trata no solo de manosear la Constitución, la justicia, sino también de proteger a un fiscal cuestionado, han generado amplia indignación, sobre todo entre quienes fueron sus partidarios. La maniobra política de la peor especie campea. Y los que se sienten traicionados aumentan, hasta el punto de que el Gobierno se va quedando solo, atrincherado detrás de las campañas de publicidad y algunos pequeños grupos: los mañosos políticos heredados de la noche del poder oligárquico. Hay otros que no se atreven a reconocer que se equivocaron al dejarse engañar por el más craso y torpe de los populismos y, por último, unos cuantos funcionarios que, por amor a un cargo, prefieren no ver lo que es claro como el agua y que el desbarajuste ético del Régimen no tiene remedio.

Esto es grave, puesto que un Régimen cuyo sustento ético se descompone no puede durar. No solo es evidente que la corrupción no ha sido combatida. No se trata solamente de que no se fiscalice nada. Lo grave es que son las más altas esferas las que participan, diseñan y ejecutan las maniobras que sustentan este descalabro.

El peligro de que el Gobierno se desmorone me parece evidente. Pero, todavía, el Régimen tiene un punto fuerte, y este no es otro que la fragmentación y la incapacidad de coordinación o cooperación que se ven en las fuerzas que, por todas partes, comienzan a indignarse ante tan triste gestión. En realidad, podrá continuar con su torpeza, seguirá destruyendo instituciones, valores y principios, hasta que no haya una capacidad de organizar una convergencia que esté animada por simples, claros y muy fuertes principios: los de una convivencia democrática en la que nos respetemos unos a otros. En la que podamos discrepar respetándonos.

Falta también la posibilidad de discutir, proponer y dialogar sobre el futuro que queremos una vez que pase esta noche de somocismo empaquetado con canciones de música protesta.

Mientras no se logre avanzar en estos campos, el Régimen puede estar relativamente tranquilo. Es cierto que las torpezas son gigantes, y se siguen haciendo méritos para que el personaje termine cayéndose de todas maneras. Si es que eso sucede antes de que la oposición logre superar los problemas que hemos señalado, poco habremos avanzado. Probablemente nos toque soportar otro folclórico desastre presidencial.

* Reproducido de diario Hoy, 2 de febrero del 2010.