Con todos los ingredientes de la típica comedia adolescente, Se dice de mí maneja los convencionalismos del género con destreza y con el agregado de un diálogo atiborrado de ingenio, sarcasmo y humor, ambientado en un instituto norteamericano (muy al estilo de la serie televisiva Gossip Girl).

La pelirroja y radiante Emma Stone es una sólida y talentosa protagonista en un papel provocador que supone finalmente su despegue cinematográfico, aunque sus notables secundarios, especialmente Stanely Tucci y Patricia Clarkson, se roban –sin proponérselo– cada escena en la que aparecen.

La trama se centra en Olive, una joven que pasa desapercibida dentro de su colegio y que miente a su mejor amiga sobre haber perdido la virginidad (un estado que parece ser una obsesión para todos los estudiantes de secundaria).

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La conversación entre ambas se divulga rápidamente, sobre todo entre el grupo de estudios religiosos. Un amigo gay, acosado por sus compañeros, le pide fingir una relación sexual con él para que todos crean que es heterosexual y dejen de torturarlo. Esto lleva a Olive a ayudar a otros marginados de la escuela y a ganarse una gran popularidad, pero de pésima reputación.

Encontrando similitudes con el libro La letra escarlata (escrito por Nathaniel Hawthorne en 1850), que están leyendo en clase, Olive, contenta por su notoriedad, decide alimentarla con todas las armas de las que dispone, sin pensar que las calumnias son como terribles bolas de nieve que pueden volverse en su contra.

Se dice de mí se vale de todos los elementos del género, en algunos casos integrados con espontaneidad en el guión, en otros casi como clichés y en otros como sátira. Contiene un ingenioso diálogo estupendamente escrito, ya que no solo se trata de una inteligente y elocuente adaptación de La letra escarlata (que trata sobre una mujer casada en la puritana Nueva Inglaterra de principios del siglo XVII que, acusada de adulterio, es condenada a lucir una “A” en su pecho para que todo el mundo conozca de su pecado), sino que además rinde un sano y merecido homenaje al gran cine juvenil de los ochenta.

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Tiene el encanto y la gracia de las películas de antaño, aunque con un estilo actual (marcado por las redes sociales cibernéticas).

En conjunto, este filme es un notable entretenimiento, gracias especialmente al valioso guión del debutante Bert V. Royal, un ritmo ágil y una estética visual muy atractiva hábilmente plasmada por su director, Will Gluck, y a un grupo de actores que entregan su enorme oficio y empatía.

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Ciertamente, Se dice de mí es una recomendable muestra de cine adolescente, con mucha más inteligencia, fulgor y calidad de la que se ha visto en los últimos tiempos.