El nombre Cecilia tiene origen latín y entre sus atributos constan que ama el saber y se expresa en la originalidad de conceptos. Y precisamente tres personajes de la cultura guayaquileña, que se llaman así, son poseedoras de un vasto conocimiento en la literatura. Son Cecilia Ansaldo, Cecilia Vera de Gálvez y Cecilia Loor de Tamariz.

En épocas distintas hicieron sus estudios en esta rama en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, donde hasta el momento ejercen la docencia y, además, han fomentado una amistad.

Asimismo, han ocupado cargos administrativos en algunas de las entidades educativas de secundaria o universitarias donde se desempeñaron como profesoras. También han estado al frente de la presentación de libros de diversos escritores locales y nacionales.

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Entre sus estudiantes figuran autores como Raúl Vallejo, Fernando Itúrburu, Carolina Andrade, Gilda Holst, Liliana Miraglia, Luis Carlos Mussó, Maritza Cino, Jorge Martillo, por citar algunos.

Aunque no todas nacieron en Guayaquil, han vuelto suya esta ciudad y han desarrollado una intensa labor en el campo literario con autores de distintas generaciones.

Jorge Martillo las califica como “las mujeres que nunca estuvieron en el terreno de la creación literaria, pero que son estudiosas y conocedoras de la literatura a partir de la criticidad”.

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Agrega que él y escritores como Itúrburu, Fernando Balseca y Aminta Buenaño, que integraron su promoción, “exigimos mucho de ellas porque estábamos metidos en el quehacer literario por ser creadores y lectores, y ellas respondieron muy bien y también nos exigían”.

La poeta Maritza Cino afirma que las tres Cecilias son “mujeres valiosas, pero con características distintas”.

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A Loor de Tamariz la considera “una profesional que se destaca por ser trabajadora y que ha sabido preparase para grandes retos académicos y administrativos, a los cuales ha respondido con acierto”.

De Ansaldo manifiesta que “es una mujer de grandes conocimientos y una gran profesora”. A Vera de Gálvez la define como “una auténtica maestra tanto en el plano humano y en su preparación profesional”.

Cecilia Ansaldo Briones
”Considero que mis alumnos se apasionan porque yo transmito esa pasión vital que es para mí la literatura”.
Recopilar decenas de libros en tres décadas ha derivado en que el espacio que creó como biblioteca en su casa se convierta ahora en una especie de bodega, comenta Cecilia Ansaldo, quien se inclinó por la literatura cuando era niña.

A través de la lectura de versiones para niños de obras clásicas universales que publicaba la revista argentina Billiken, Ansaldo se convirtió en aficionada por la literatura. En la escuela y colegio destacó por sus redacciones.

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Y aunque su padre quiso que estudiara Derecho, su gusto por las letras se impuso e ingresó a la Universidad Católica, donde tuvo como maestra a Cecilia Vera de Gálvez y como alumna a Cecilia Loor de Tamariz.

Dice que cerró la etapa de maestra de secundaria porque descubrió un día “la poca paciencia que tenía para una juventud que más difícilmente capta hoy el interés por los libros”. Es docente en las universidades Católica y Casa Grande.

Hace ocho años descubrió “lo satisfactorio que es trabajar con los adultos interesados en la literatura”, aunque desde hace tres décadas ofrece cursos con diversos temas en ese campo. Lidera el grupo Las Mujeres del Ático, con el que se reúne para hablar de literatura.

Explica que no tiene un método para contagiar el gusto por las letras. “Considero que mis alumnos se apasionan porque yo transmito esa pasión vital que es para mí la literatura y, asimismo, mis dialogantes siempre tienen la palabra”, agrega la también editorialista de este Diario.

Asegura que no ha pensado en abandonar la docencia y la crítica literaria; pero si lo hiciera, retomaría la escritura que practicó en su adolescencia y se inclinaría por la poesía, aunque también desea crear novelas y cuentos.

Indica que la han inducido a que se postule para ser miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y este año lo hará.

Cecilia Vera de Gálvez
“Uno no da lo que no tiene; es decir, uno no puede ser maestro de literatura si no está al día en la lectura”.
Dos personas que cultivaron y asentaron la afición de Cecilia Vera de Gálvez por la lectura, y posteriormente por la literatura, fueron su padre, Orlando Vera Freire, y su maestra de literatura de secundaria, Sor Martha, de La Dolorosa.

Expresa que en su época estudiantil se acostumbraba a realizar una tesis para la obtención del título de bachiller, por lo cual escogió un tema literario: Estudio de Tolstói en La guerra y la paz. Mientras estudió en la Universidad Católica se inclinó más hacia la docencia, “porque en ese entonces la carrera te especializaba en el profesorado y luego obtenías la licenciatura en Lengua Española y Literatura”.

Más que escribir textos literarios, Vera de Gálvez decidió especializarse en elaborar ensayos y críticas de novelas, cuentos y poemas.

Después buscó preparación en el extranjero, específicamente en México, donde hizo doctorados y posgrados en Literatura y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Señala que entre los aspectos que ella practica para motivar a sus estudiantes el gusto por la literatura constan disfrutar enseñando, planificar la clase, tener buen material de soporte (diapositivas, fotocopias, esquemas dibujados en la pizarra) y leer mucho para estar al día con las herramientas que facilitan la enseñanza.

Agrega que “uno no da lo que no tiene; es decir, uno no puede ser maestro de literatura si no está al día en la lectura”. Además, ha logrado reconocimientos por su labor educativa.

Para ella ha sido de gran ayuda tener más tiempo como docente, porque eso le ha permitido sentir empatía con gente que ha tenido bajo su mando mientras ha ejercido cargos administrativos. Expresa que con muchos de sus ex alumnos mantiene contacto, ya sea por correo electrónico o porque los ha visto en actividades culturales.

Cecilia Loor de Tamariz
”Prefiero moverme entre mis estudiantes o sentarme en una banca para sentirme como ellos”.
A pesar de haber culminado hace más de cinco lustros su carrera de literatura, la catedrática y crítica Cecilia Loor de Tamariz confiesa sentirse todavía una estudiante, porque procura estar en permanente aprendizaje de su profesión.

Por lo menos dos veces al año toma cursos virtuales y cuando dicta clases no le gusta ponerse detrás del escritorio. “Prefiero moverme entre mis estudiantes o sentarme en una banca para sentirme como ellos”, añade la también decana de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad Católica.

Sabe que en su adolescencia decidió estudiar literatura, pero no recuerda exactamente el motivo que la indujo a tomar esa decisión.

Sus estudios en la carrera comenzaron luego de que formó su familia y a pesar de ser contemporánea con Cecilia Ansaldo, la tuvo de maestra y también a Cecilia Vera de Gálvez, de las que fue su ayudante de cátedra.

Se autodefine como una docente nata, porque disfruta preparar cada detalle de los cursos. De los procesos académicos no le gusta tomar evaluaciones, porque en literatura, sobre todo, “estoy convencida de que una nota no refleja casi nada de un estudiante, su aprovechamiento se ve en el proceso de aprendizaje”.

A su alumnado le exige dedicación por la carrera y rigor en el estudio. Cuando fue profesora de secundaria quedó “maravillada” con el aprendizaje de los jóvenes, a los cuales califica de “poetas natos, porque ellos pueden darnos clases de ritmo al estar todo el día escuchando música”.

En su etapa universitaria hizo sus pinitos en la escritura. Creaba mientras fumaba, pero cuando debió abandonar el cigarrillo por motivos de salud, también dejó la composición literaria. Ahora reconoce que lo suyo no era la narrativa sino la crítica literaria.