Benedicto XVI ha aprobado el decreto con el que reconoce las virtudes heroicas de Pío XII; inicio del proceso, por el que esperamos llegar a venerarlo “santo”, reflejo del único Santo, Dios. El proceso no se ha iniciado por vanidad, sino por la necesidad siempre actual del ejemplo de un seguidor de Cristo, de un “santo” de “nuestra devoción”, porque no buscó quedar bien, sino hacer el bien.

Mi relativa cercanía a él, como uno de tantos estudiantes en Roma, explica mi adhesión a él y a los sucesores de Pedro, servidores de la unidad en la fe; explica también mis informes desde esta columna. Pío XII tiene acusadores.
¿Quiénes lo acusan? -Stalin, según estudiosos, promovió la leyenda negra contra Pío XII, quien obstaculizó el triunfo electoral del partido comunista en Italia.

-El masón Ricardo Fernández reconoce a la Masonería del Gran Oriente de Francia como enemiga de Pío XII.

-Hijos de dirigentes judíos contemporáneos acusan al Papa, no con documentos, sino principalmente desde la pantalla cinematográfica.

En cambio sus antepasados, como Golda Meir, y también rabinos agradecieron a Pío XII por sus servicios a los judíos. El actual rabino de Roma, Ricardo Segni, aprecia “las respuestas de católicos a las cuestiones esenciales”.

¿De qué le acusan? Inicialmente: -de ser amigo de Hitler, por haber sido nuncio en Alemania. Careciendo esta acusación de fundamento, pues Pío XII desde que era secretario de Estado de Pío XI escribió contra el nazismo. Se buscó otra acusación: -No haber hecho lo que “le era posible” en favor de los judíos. ¿Quién determina lo que humanamente pudo y no pudo hacer? A los que miran desde fuera de las circunstancias de los hechos les es fácil exigir más.

Obispos de Alemania y Polonia pidieron al Papa que no escriba ni actúe públicamente, porque sus acciones, las conocidas internacionalmente, provocaban más ferocidad nazi en la persecución. El Papa con sus documentos embellecía su imagen en el presente y en el futuro;  pero el precio era el sufrimiento de muchos ciudadanos alemanes, polacos, etcétera.
Pío XII prefirió quedar mal ante la opinión pública, para no agravar el dolor de las víctimas de Hitler. Este gesto de humildad, ejemplo de servicio, es un motivo más para declarar oficialmente a Pío XII Santo, heroico seguidor de Cristo.

Pío XII públicamente no hizo todo lo que pudo hacer; calladamente sí. Empleó sus energías y las de religiosas, sacerdotes y laicos en ayudar a los judíos. Puso hasta su dormitorio en Castel Gandolfo al servicio de madres judías.

Es una realidad documentada la acción coordinada, pedida por Pío XII, a favor de los judíos. Judíos contemporáneos, que eran  pudientes ciudadanos estadounidenses, reconocieron haber hecho poco por sus hermanos de raza y religión. No se les ha reclamado “porque no conocían toda la ferocidad del Holocausto”.

La Iglesia respeta con hechos el Holocausto. Respeten la tarea de la Iglesia.