Actitudes frente a realidades son signos o de hondura, de superficialidad o de ignorancia y hasta de vaciedad en la identidad de las personas. La actitud de dos ciudadanos, manifestada en entrevista con el distinguido comunicador social Andrés Carrión en Radio Quito, pretendió tender un velo de rastrera opacidad, tejido con ¿ignorancia?, ¿con complejo de inferioridad?, ¿con el prejuicio, propio de las ideologías; elementos todos inseparables de la mentira? Velos, como este, sirven a seudopolíticos para encubrir en declaraciones vacías su falta de aporte a la sociedad e impiden a ingenuos mirar de frente elementos en sí mismos luminosos, como los de la visita en la que el papa Francisco recibió a la señora María Alejandra Muñoz, vicepresidenta del Ecuador.
Francisco encargó a su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolín, concretar ayudas. Una ayuda importante es recomendar a entidades una atención generosa en favor de niños ecuatorianos. La vicepresidenta quiso en esta visita robustecer su espíritu, para girar por algunos países de Europa en busca de apoyo para los niños. Esta gira fue un pequeño paso, pero paso adelante, para superar en Ecuador la desnutrición crónica infantil con el apoyo de los muchos que apuestan por la humanidad. La desnutrición infantil, hoy como ayer, tiene color humano; exige ser superado con el aporte de todos, de los afiliados a un partido y hasta de los que se unen a los triunfadores del momento. Firmó con la Universidad de Navarra un convenio para acceder a trasplantes en menores que padecen enfermedades crónicas y degenerativas.
Los dos compatriotas entrevistados hubieran preferido que los ingentes gastos, causados por el viaje a la visita, se hubieran destinado a los pobres. Me alegraría la reacción de los entrevistados si proviniera de personas (no las conozco) empeñadas en servir a los pobres y no a servirse de ellos. La señora vicepresidenta no es servidora ocasional; ella tiene un historial de servicio según informaciones recibidas desde Guayaquil, está empeñada desde hace años a servir a los desvalidos, especialmente a los niños. Afirman los entrevistados que el Estado en este momento especialmente pobre no debía gastar en pasear a familias. Lo ya señalado brevemente en este artículo cubre con velo de vergüenza la pequeñez a la que el fanatismo nos puede conducir.
Es superfluo afirmar que la señora vicepresidenta y su esposo han evitado todo gasto; como honorables que son han evitado gastos al Estado. No condenaría tales posibles gastos en una visita al mayor personaje mundial. Más que los logros ya señalados y otros, tiene más importancia, más que el dinero, el apoyo de una personalidad. La señora vicepresidenta, su esposo e hijos no hicieron mínimamente más pobre al Ecuador; no trajeron bolsas de dinero; sí trajeron más simpatía del mundo para nuestro país y apertura para dar y recibir.
Aun en pedir ayuda, los ecuatorianos hemos actuado con dignidad. Asumiendo el peligro de herir, no puedo evitar el recuerdo del reproche de Cristo a quienes hubieran preferido vender el perfume y no gastarlo en su persona.