El papa Francisco ofreció hace pocos días una encíclica, uno de los documentos más importantes del magisterio del sucesor de Pedro. Al mismo tiempo que resume el amplio contenido de la encíclica en dos palabras “Todos hermanos”, nos ofrece un conjunto, como una sinfonía de temas.

Francisco, al recibir en visita al gran imán Ahmad Al-Tayyeb, subrayó con él algunos “progresos históricos grandes y pequeños, y la constatación de un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad”. Al mismo tiempo en que se afirma que “no se tropieza en la misma piedra” se señala el tropiezo radical, que es no mirar a la persona como primer valor. Porque reducirla a cosa es rentable.

El no mirar a la persona en su valor fundamental tiene algunas concreciones: -Colonización. La de ayer tiene luces y sombras. Algunas personas, que se ocultan su ignorancia con fanatismo, ven y quieren que veamos después de siglos solo las sombras. La de hoy, la colonización cultural, es más sutil; impone otra identidad, presentándola como superior. -El globalismo, forma renovada de colonización. -La penetración cultural es una forma de pretensión de construir todo de cero. Esta realidad señalada por Francisco es actual, también, en cristianos con pujos de superioridad: no han asimilado la objetiva enseñanza de Dios en el arco iris. Según estos inflados, habría que construir de acuerdo con la imagen de los dominadores. Los dominadores pasan, el arco iris queda. Abrirse al mundo, por supuesto; enriquecer la propia identidad, sin perderla.

Francisco, siguiendo a Jesús, señala dos tipos de personas: las que, a contraluz del buen samaritano, no se hacen cargo del dolor ajeno, dejan en la cuneta al caído y pasan de largo. El buen samaritano es una imagen del amor a Dios en el servicio al hombre. El amor, ni como imagen, envejece para siempre. Marginar a Dios conduce al individualismo. El papa Francisco invita a mirar tropiezos de ayer, también, para no repetirlos en piedras de nuestro tiempo: -nacionalismos exasperados y agresivos; -una unidad del pueblo penetrada por ideologías de egoísmo, revestida con ropaje de defensa de derechos; -la ambigüedad de las palabras actualmente más usadas, como democracia, libertad, justicia, igualdad.

Al papa le duele la búsqueda de lo fácil, de lo rentable, de lo individualmente honorífico y la fuga de lo difícil, en cuyo afrontamiento madura la propia identidad civil, cristiana y también el aporte, como un color del arco iris, a la humanidad. No es apertura renunciar a dar el indispensable aporte de la propia identidad. Y confiar a otros que nos “den haciendo”. La ayuda fundamental es la maduración en el ejercicio de la propia capacidad de hacer. -Racismo: “El indio quiere ser cholo; el cholo quiere ser blanco; el blanco quiere ser gringo”. Quien no acepta con alegría su identidad no puede caminar de frente. “Los medios de comunicación digitales ponen en riesgo la libertad”. “La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal”. La sabiduría no se reduce a una sumatoria de información. (O)