Luego de 40 años, no se sabe si los hippies de Woodstock  quisieron cambiar el mundo. Algunos dicen que en realidad fue el principio del fin de la revolución de la época. En todo caso,  dejó un legado que va  más allá de la música.

En 1969 el hombre había llegado a la Luna, Estados Unidos estaba en guerra con Vietnam  y los jóvenes querían mejorar el mundo con paz y amor.  Un afiche rojo con una guitarra y una paloma anunciaba el festival  musical  llamado Woodstock que se realizaría durante tres días en una granja de la ciudad de Bethel, al norte de Nueva York, y que tuvo una convocatoria impredecible. Arnold Skolnick, creador del cartel oficial del evento, dice: “algo en el lugar explotó, un nervio. Y todos, simplemente, vinieron”.

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Una de las personas que asistieron  fue Michele Dean. Ella se consideraba una chica inocente hasta cuando llegó al concierto, donde vio cosas que no había visto antes. La recibieron “dos muchachos y una chica que salieron desnudos de un lago”. “Dios mío”, indica Dean, que hoy tiene 57 años y trabaja en IBM, “en aquella época no me esperaba algo así”.

Para los asistentes, Woodstock fue algo  mágico, los hippies tomaron el control y los grandes del rock como  Jimi Hendrix estaban en su apogeo. El mundo era realmente maravilloso.

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En términos prácticos, Woodstock fue un milagro, recuerda Mel Lawrence, operador del evento. Casi se cancela cuando los dueños de Wallkill,   el sitio inicialmente planeado cerca del pueblo de Woodstock,  retiraron el permiso. Se halló otro lugar, pero quedaban 28 días para organizar el festival. “También había problemas de dinero. Pero lo logramos”, señala Lawrence.

Los organizadores de la actividad, que  esperaban  50.000 personas, tuvieron que acoger a las más de 400.000 que llegaron. La entrada costaba  $ 24 (los tres días), pero la muchedumbre derribó el alambrado y  el concierto quedó abierto. Las rutas se llenaron y la gente  abandonó sus vehículos. “Casi no había  refugios. El segundo día nos quedamos sin comida”, recuerda Lawrence. Pero en medio del caos, se demostró el verdadero espíritu hippie: el compartir. Los organizadores, los líderes de la contracultura, los habitantes del lugar y los  rockeros se las arreglaron. Los lugareños suministraron comida, se consiguieron platos de papel y cientos de   miles de personas recibieron el famoso “desayuno en la cama para 400.000”,   servido en un campo embarrado de lodo.

Buena parte de los impulsos pacíficos de los hippies tenían que ver con los efectos de marihuana y el LSD. “Yo diría que la mitad de la gente estaba drogada”, comenta el ex policía Robert Fink, que hoy tiene 73 años y estaba en el lugar trabajando. “Pero la realidad fue más fuerte,  era  imposible de planear. Hubo una serie de circunstancias superpuestas de manera misteriosa. Creo que fue el karma”,  anota.

Los intentos de cambio se quedaron en aquella granja. Esos hippies  que vieron el amanecer con la banda inglesa The Who y  bailaron en el lodo temas de 24 cantantes y grupos “se convirtieron en republicanos,  perdieron el pelo y cambiaron el LSD por Viagra”.  Pese a las protestas, los  norteamericanos siguieron en Vietnam hasta 1973.  “Creo que la gente perdió las ilusiones”, anota Lawrence.

Hablar de Woodstock es hablar del hedonismo  y activismo político de la juventud de los 60. “Pero en  1971,  todo había terminado.  La generación Woodstock salió a buscar trabajo y acabó la diversión”, acota Stan Goldstein, uno de los creadores del festival.

Irónicamente, el resultado más palpable del evento fue la apropiación de la música  por las empresas. Los conciertos pasaron de reuniones improvisadas a operaciones que generan grandes sumas de dinero. Luego se celebraron otros Woodstock: 1979, 1989, 1994 y 1999, pero el aura  irrepetible del concierto de 1969 sigue intacta.

Como muestra de la fascinación con Woodstock existen algunos  productos relacionados con su  aniversario número 40: una nueva edición en DVD de la película del concierto, la comedia   Taking Woodstock, del director Ang Lee, y las memorias del promotor Michael Lang.

Se han descartado celebraciones por  este  aniversario, pero están previstas actuaciones de veteranos del concierto en el anfiteatro  original. “Bienvenidos a Woodstock. Este es un lugar libre de humo”, proclama un cartel a la entrada. Aunque la famosa colina  no ha cambiado, el cartel  deja bien claro que el lugar, al igual que los hippies,  evolucionó hacia algo muy distinto.