Palabras más palabras menos, el Presidente del Banco Central ha señalado que los pobres no deben gastar su escaso dinero en comprar lavadoras, refrigeradoras, batidoras o licuadoras, ya que estos son bienes suntuarios, es decir, bienes de lujo. Para justificar tal pensamiento, ha señalado que con la compra de este tipo de bienes importados, quienes se benefician son los importadores. De esta manera ha justificado el incremento exorbitante de las tasas de interés, a niveles que nos recuerdan la época del sucre. Con intereses más altos, precios más altos y como resultado menor consumo.

No se ha señalado, sin embargo, que las tasas de interés que se han incrementado se aplicarán a todos los bienes, importados o no, con lo cual el argumento principal cae por su propio peso.

Al escuchar este tipo de expresiones, inmediatamente recuerdo una visita que realicé a inicios del 2000 a La Habana, Cuba. Durante ese viaje, almorcé un día con una típica familia cubana escogida al azar, en el centro de la ciudad. Su forma de vida no era muy diferente a la de la gente pobre de nuestro país. Aunque en ese caso particular, en el comedor era visible una refrigeradora, antigua por cierto, aunque dañada por varios años. ¿Por qué no habían cambiado de refrigeradora? Por dos razones: porque las importaciones de ese tipo de electrodomésticos estaba prohibida y porque la capacidad adquisitiva de la familia, para el evento de que se abrieran las importaciones, no lo permitía.

En Ecuador, a diferencia de Cuba, la gente pobre sí puede, con mucho esfuerzo y gracias al crédito, tener acceso a este tipo de bienes, lo que nos sitúa en privilegiados frente a regímenes que todo lo prohíben.

Yo creo que las personas son libres para pensar lo que quieran. Pero tratar de imponer un pensamiento de este tipo, es decir, considerar que en los tiempos actuales tener una refrigeradora o una licuadora en casa debe ser censurado por ser bienes de lujo, me parece un atentado a la libertad de las personas y a la inteligencia.

¿Es dable que se quiera evitar que los pobres del país puedan almacenar sus alimentos en una refrigeradora?

Pero lo que verdaderamente me asombra e indigna es que los ecuatorianos tengamos que estar discutiendo en pleno siglo XXI, a fuerza de inocentadas como esta, si podemos o no tener una licuadora en casa o si la ropa debe lavarse en piedras con las manos de las mujeres pobres del país.

No es dable que la sociedad ecuatoriana se vea obligada a debatir este tipo de tonterías que no nos llevan a ninguna parte y que nos convierten en el hazmerreír del mundo. Pero claro, mientras esto ocurre y se distrae a la sociedad, se ordenan espionajes a jueces y fiscales supuestamente para controlar la corrupción, cuando lo que deberían hacer, de frente y sin rodeos, es investigar a ciertos funcionarios que han cambiado su nivel de vida de forma alarmante y a la vista de todos.

Tal parece que las transformaciones de la Revolución no son más que inocentadas.