GINEBRA |
Declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) la fase 5 de la gripe A/H1N1 último peldaño hacia la pandemia, este virus misterioso, complejo, de rápida propagación, con trasmisión de humano a humano y menos virulento de lo esperado, se creyó al principio que se trataba de un virus corriente de las gripes estacionales.
Se compara esta gripe con la tristemente célebre gripe española que duró de 1918 a 1919, con una estimación de 60 millones de muertos pero debemos tener en cuenta que cuando esta apareció, la gente se encontraba completamente debilitada por la Primera Guerra Mundial y no existían los antivíricos modernos ni los antibióticos. Aunque algo imprecisa, la hipótesis es que el virus de la gripe española mutó al llegar rápidamente a Estados Unidos, haciéndose mucho más mortal. Hace algunos años se inició una serie de estudios sobre las características genéticas del virus citado a fin de tener una base de comparación con los actuales.
Es interesante saber que el ciclo de las gripes mortales se sitúa en un lapso de 40 años. Según esta estadística, la OMS ya había hecho alusión a la posibilidad de una pandemia mortal entre los años 2010 y 2015 (estamos prácticamente en ese lapso).
Pero como la secuencia en la aparición de una epidemia está siempre ligada a gigantescos intereses económicos, la reflexión nos incita a dar un vistazo al pasado. Es así como vemos resurgir el antivirus Tamiflu, comercializado por el grupo suizo Roche cuyas ventas millonarias vinculadas a la pasada gripe aviar (H5N1) descendieron al terminarse esa pandemia pero esta nueva crisis sanitaria hace remontar como espuma las acciones de esta transnacional en la Bolsa de Valores, hecho incrementado por los gobiernos que desean aumentar sus reservas del antiviral, pese a que los biologistas moleculares no están seguros de que el A/H1N1 sea sensible a este fármaco, muy controvertido por una buena parte de la comunidad científica, habida cuenta de que en numerosos casos solo proporciona alivio o atenúa la gripe común y su eficacia contra el virus está muy lejos de ser garantizada.
Roche detiene el 90% de la producción mundial del anís estrellado (árbol badiana de China), componente básico de este antivírico y en 1996, por 50 millones de dólares y considerables regalías, compró la patente de Tamiflu a Gilead Sciences Inc, cuyo principal accionista sigue siendo Donald Rumsfeld, antiguo presidente de esa empresa y secretario de Defensa de los Estados Unidos en el Gobierno de George W. Bush. A fines del 2005 el Gobierno norteamericano aprobó siete mil millones de dólares como fondo de emergencia contra la posible pandemia de gripe aviar, de los cuales mil millones estaban exclusivamente destinados a adquirir y distribuir el Tamiflu, pese a que solamente se registraron unos 100 muertos en un año en el mundo. Las gripes “corrientes” matan más de 500.000 personas anualmente.
La OMS ha pedido a transnacionales farmacéuticas, entre ellas al gigante grupo suizo Novartis, que desarrolle una vacuna contra el virus A/H1N1 pero todos sabemos que la fabricación toma entre seis y ocho meses. En este sentido me dirigí a Gregory Hartl, portavoz de la OMS, para obtener información sobre la eficacia de una futura vacuna, tomando en cuenta la mutación del virus. “Unos virus mutan lentamente y otros con mayor rapidez, dificultando el procedimiento para reunir los componentes precisos para fabricar la vacuna. Únicamente podemos estudiar el virus tal como se presenta en el momento que necesitamos iniciar la producción dado que para construir una vacuna se da preferencia al virus que circule con mayor fuerza en el momento, aunque aparezcan otros”, puntualizó.
Asimismo, Hartl dejó claramente establecido que en la situación actual, la OMS no dicta ninguna línea de conducta para ser aplicada por la comunidad internacional. Su labor se limita a informar y recomendar. De hecho, son las instituciones de salud de los gobiernos las responsables de sus ciudadanos y les corresponde a ellas aplicar medidas en su propio territorio pero por regla general, las precauciones se desprenden de normas dictadas por la más estricta higiene, por la prudencia y por el simple sentido común, con particular enfoque hacia niños y ancianos.