Lucía Sánchez tiene 82 años de edad y es violinista. Yemina Maldonado, 18 y es percusionista. Ambas son instrumentistas de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil. Una es la más antigua de las integrantes: lleva 42 años en la institución. La otra, la más nueva: apenas tres meses. Son compañeras de trabajo, fueron a la gira por Cuba y consideran la música como el eje de sus vidas. Aquí sus historias.
Lucía Sánchez
Es menuda, delgada, algo tímida, pero alegre. Camina rápido, a veces da pequeños saltos. Devota de la Virgen del Carmen, en su cartera guarda una efigie de esta santa. La lleva a los viajes, para que la proteja, dice, y no hay día que no le rece, así como no hay domingo que se pierda la misa, ni mañana que no acuda a los ensayos de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil.
Publicidad
Ella es Lucía Esther Matilde Sánchez Regalado, quien a sus 82 años es la integrante de más edad en la orquesta y la de mayor permanencia (junto con Manuel Granda) en la institución, a la que ingresó en 1966. Toca el violín, un instrumento que ama y que comenzó a ejecutar en la infancia, en el conservatorio de Cuenca, al que ingresó en 1939, recuerda.
Nació en Azogues y su niñez transcurrió entre Loja y Cuenca. A los 22 años, luego de quedar huérfana de madre, vino a Guayaquil e ingresó al conservatorio, donde tuvo como profesor al maestro José Barniol. Pronto se casó y abandonó el violín, porque a su esposo no le gustaba que tocara. “Empecé a tocar las ollas”, dice entre risas esta mujer nacida el 3 de abril de 1925, que vive con su hermano y tres sobrinos.
Publicidad
Luego de 16 años de un matrimonio en el que no concibió hijos, se separó. Entonces decidió volver a su antiguo amor: el violín. Fue donde el maestro José Barniol y cuando él le dijo que tocara, ella descubrió con emoción que pese a no practicar desde hacía tanto tiempo, no había olvidado nada.
En 1966 ingresó a la Sinfónica guayaquileña. Desde hace 42 años forma parte de esta. Acude ritualmente a los ensayos. No le gusta faltar. Llega todos los días con una funda de caramelos, que reparte entre sus compañeros “para que endulcen la vida”, refiere.
La música y la orquesta son su vida. Allí están sus compañeros músicos, que la adoran. Y la abogada Carmen Roca y Mariana Morán (personal administrativo), “que son como mis hijas. Ellas me cuidan como si yo fuera su mamá”, añade. De jubilarse todavía no habla. “El de arriba no más lo sabe”, indica, mientras mira hacia el cielo.
A doña Lucía le encanta la música clásica “y también la movidita”, aclara, “porque el espíritu de uno también le hace mover el esqueleto”.
DICE DE ELLA
DAVIT HARUTYUNYAN,
DIRECTOR DE LA ORQUESTA
“Yo amo a doña Lucía con todo mi corazón. No verla en un ensayo es chocante. Conoce la orquesta desde los primeros días. La vida de esta mujer está acá”.
JORGE LAYANA,
OBOÍSTA DE LA SINFÓNICA
“Doña Lucía es la decana, es la mamá de todos. Es el elemento que más ternura da en la orquesta. Es la encarnación del amor por la música y por la profesión”.
Yemina Maldonado
Yemina del Rocío Maldonado Aguirre, una joven de 18 años, llegó a la música clásica por casualidad. Integra la Orquesta Sinfónica de Guayaquil desde hace tres meses, como percusionista, pero a esta actividad se dedica desde hace cinco años.
Cuando tenía 13 empezó a tocar batería en la banda de su colegio. “Todo era de oído”, relata. Y un día, paseando por Mall del Sol, vio a la Orquesta Sinfónica Juvenil que brindaba un concierto en el lugar. Se acercó. Más que lo que interpretaba, le llamó la atención que todos fueran jóvenes.
Su padre, que era amigo del suegro del director de la agrupación, comentó que a Yemina le gustaba tocar la batería. Y de inmediato recibió la invitación para que acudiera a la orquesta. Le dijeron que allí podría estudiar, prepararse en el campo musical. Ella fue. Tomó clases de teoría e instrumento y se fascinó. Por sus aptitudes, después de un tiempo pasó a formar parte de la Orquesta Juvenil.
Siguió estudiando. Uno de sus profesores era un músico estadounidense. Fueron también sus maestros algunos integrantes de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, entidad que a veces necesitaba percusionistas para los conciertos, pero no podía conseguirlos, porque en la ciudad son escasos. Entonces los profesores recomendaban a Yemina. “Y me llevaban a tocar un triangulito, una notita y yo feliz de la vida”, recuerda.
El año pasado se abrió una audición para percusionistas, en la que ella participó. Rindió un examen ante el director, Davit Harutyunyan, y los jefes de fila de cada instrumento. La calificaron con excelentes notas y hace tres meses pasó a formar parte de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil. Ella lo considera una gran oportunidad. Está feliz. Cuenta que ha aprendido bastante, pero que es mucho más lo que le resta por aprender. Continúa estudiando y ha empezado a enseñar percusión a los niños.
DICE DE ELLA
DAVIT HARUTYUNYAN,
DIRECTOR DE LA ORQUESTA
“Yemina entró recién, pero la conozco porque era percusionista de la orquesta juvenil. Cuando audicionó recibió mi sí, por ser preparada y talentosa”.
JORGE LAYANA,
OBOÍSTA DE LA SINFÓNICA
“Yemina es una niña talentosa, llena de energía y bríos, con un camino por recorrer, que ella está dispuesta a enfrentar. Es el principio de una carrera”.