O como dice la canción, aquel que nunca sufrió ni que en su vida tuvo una pena, vive feliz, pero ignora si esta vida es mala o buena.
Mientras escribo este texto sobre Billie, escucho On the sunny side of the street (En el lado soleado de la calle), escrita por Dorothy Fields y Jimmy McHugh, y que también es un disco que Ella Fitzgerald grabó con la orquesta de Count Basie, por donde también pasó Holiday. Es una canción alegre, y es una suerte porque Lady Day, como la conocían sus compañeros de profesión, llevó una vida miserable, rastrera y triste.En el tema dice que la vida puede ser tan dulce, aun sin un centavo, escuchando blues, pero en el lado soleado de la calle. Y es una gran ironía, porque Eleanora Fagan Gough, su verdadero nombre, nació en abril de 1915 luego de que su madre, Sadie Fagan, quedara embarazada a los 13 años. Por aquel tiempo, ella trabajaba de criada para una familia blanca que no dudó en despedirla al enterarse del incidente. Sin dinero y sin papeles, se presentó en el hospital y se ofreció a limpiar con el fin de pagar su estancia y la de su futura hija.Sin embargo, ese no fue el principio. Su abuelo materno nació en una plantación de algodón producto de las relaciones clandestinas que su patrón irlandés mantenía con su madre, quien era esclava de la propiedad y con la que tuvo varios hijos.En su autobiografía, a la que tituló igual que a su popular canción Lady sings the blues, recuerda: “Fue un milagro que mamá no fuera a parar a una correccional y yo al reformatorio. Pero ella me quiso desde el instante en que notó en su vientre un suave puntapié mientras limpiaba pisos. Se presentó en el hospital e hizo un trato con la directora: para pagar su estancia y la mía se ofreció a fregar los suelos y atender a las mujeres que esperaban tener a sus hijos. Mamá tenía 13 años ese miércoles 7 de abril de 1915 cuando yo nací en Baltimore”.Una vida triste Su vida estuvo marcada por el signo de la tragedia. Comenzó su carrera artística en la ruina, para seguir con una violación, acusaciones de prostitución, reformatorios, alcohol, drogas, racismo, cargos por tráfico de estupefacientes, cárcel, inhabilitación para cantar y, por último, la muerte. Murió de infección al riñón en Nueva York el 17 de julio de 1959, a los 44 años, esposada y acusada de consumir heroína mientras agonizaba en un hospital.Sus padres se casaron tres años después de su nacimiento. “Mamá y papá eran una pareja de críos cuando se casaron. Él tenía 18, ella 16 y yo 3”. Así empieza la autobiografía de la voz más desgarrada y más intensa que haya tenido el jazz.Clarence Holiday, el padre de Billie, era un músico vagabundo que se ganaba la vida tocando la guitarra y el banjo. En enero de 1928 ingresó a la banda del pianista Fletcher Henderson, donde tocó Louis Armstrong.Solo tuvieron que pasar siete años más para que su única hija decidiera seguir sus pasos, pero en el terreno de la interpretación. Billie Holiday se interesó por la música a los 10 años influenciada por la cantante negra de blues Bessie Smith.Eleanora tuvo la infancia corta y dura de los negros pobres en un país como Estados Unidos. Su niñez no hubiera durado mucho más, pero de todas maneras el hombre que la violó cuando tenía 10 años decidió cuándo convertirla en mujer.Primer trabajo Su primer trabajo fue en un prostíbulo donde solo hacía los recados. La dueña nos hizo un gran regalo a toda la humanidad, dejó que Eleanora escuchara la música (tenida por indecente para una niña) que animaba el negocio. Gracias a aquella tolerante mujer, Eleanora pudo escuchar en aquellos viejos discos de pizarra la trompeta de Louis Armstrong y la voz de Bessie Smith, y ya nunca más pudo ni quiso apartarse del jazz.En 1930, recorriendo Harlem en busca de trabajo, entró en un pequeño club que se llamaba Pod’s and Jerry’s, situado en la Calle 133, donde se ofreció como bailarina. El resultado de la prueba fue un desastre y a instancias del pianista se atrevió a cantar.Cuando interpretó Trav’lin all alone, las conversaciones en el bar se pararon y ahí empezó todo.En 1933, John Hammond, productor musical, fue a oírla cantar en el club Log Cabin y maravillado habló con Benny Goodman, quien el 27 de noviembre de aquel año le abrió para toda la vida las puertas de un estudio de grabación.Con Goodman permaneció poco tiempo y empezó a cantar en clubes más importantes como el famoso Apollo Theatre. En 1935 apareció cantando con la orquesta de Duke Ellington en la película Simphony in black e inició una larga relación musical con el pianista Teddy Wilson.Con Wilson grabó cerca de un centenar de temas y junto a ella tocaron los grandes solistas de la época como Ben Webster, Johnny Hodges, Bunny Berigan, Roy Eldridge y, sobre todo, Lester Young, con quien alcanzaría una simbiosis creativa del que se encuentran pocos ejemplos en la historia del jazz.También cantó en la orquesta de Count Basie en 1937 y en 1938 se incorporó a la del clarinetista Artie Schaw, un conjunto integrado exclusivamente por blancos y donde Billie, a pesar de la protección de Schaw, encontró todos los sinsabores del racismo.A principios del 40, Holiday se transformó en una estrella de los escenarios en los clubes de Nueva York, consiguió un contrato de larga duración en el famoso club del Greenwich Village, el Café Society. Billie tenía solo 24 años y ya era una cantante objeto de culto.Durante ese tiempo y ya convertida en una artista exitosa, la droga entró en su vida, con lo cual se fue apagando poco a poco. Tuvo que volver a prostituirse para pagar su adicción a la heroína, fracasó en sus tres matrimonios y tuvo problemas con la Policía por segunda vez.A partir de los 50, su voz comenzó a decaer rápidamente aunque sus grabaciones con Norman Granz la ubicaron entre las grandes estrellas del jazz. El álbum Lady in Satin (1958) mostraba a una artista de 43 años haciendo esfuerzos por mantenerse a la altura de los primeros años.Los últimos años de su vida los pasó en Europa. Ahí encontró el respeto y la paz que echaba de menos en su país. Y, temiéndose lo peor, escribió una autobiografía donde desvelaba los dramáticos episodios de su entristecida vida.Lo absurdo La vida de Lady Day tuvo pocas alegrías. Negra, mujer, adicta a la heroína y al alcohol, famosa. Eran ingredientes que hacían un cóctel muy peligroso en los Estados Unidos de la guerra fría. Billie Holiday sufrió una implacable persecución policial y judicial durante toda su vida. Fue humillada abominable y brutalmente, y tratada como una prostituta negra drogadicta.Murió miserable en un hospital público, minada por la heroína, mientras esperaba otro proceso, otra cárcel.La voz de Billie Holiday, registrada en miles de canciones, es una muestra patética, espeluznante, del sufrimiento que fue acumulando en su vida. Sus últimas grabaciones, con la garganta devastada, contienen una emoción conmovedora y extraordinaria.Dos de sus discos Lady in Satin Grabado para Columbia en 1958 un poco más de un año antes de morir. Es una obra insólita en su carrera, con una orquesta de cuerda y una mínima sección de viento. Billie fuerza aquí los límites de su extensión vocal, ya restringida por los años y excesos, en una docena de baladas donde su voz rota expresa sentimientos increíblemente vívidos.The Essential Billie Holiday (2002) Caja de tres discos editada por Soho, contiene 60 canciones clásicas y un folleto con datos sobre su vida. Un recorrido maravilloso por sus grandes éxitos donde se incluyen la antirracista Strage Fruit, y otros temas como My man, On the sunny side of the street, What a little monlight can do, Back in your own backyard. ","isAccessibleForFree":true}
Talvez la frase de Bertrand Russell sirva para ilustrar la vida miserable que llevó esta extraordinaria cantante. “En realidad, el mundo que conocemos fue hecho por el demonio en un momento en que Dios no estaba mirando”. O como dice la canción, aquel que nunca sufrió ni que en su vida tuvo una pena, vive feliz, pero ignora si esta vida es mala o buena.
Mientras escribo este texto sobre Billie, escucho On the sunny side of the street (En el lado soleado de la calle), escrita por Dorothy Fields y Jimmy McHugh, y que también es un disco que Ella Fitzgerald grabó con la orquesta de Count Basie, por donde también pasó Holiday. Es una canción alegre, y es una suerte porque Lady Day, como la conocían sus compañeros de profesión, llevó una vida miserable, rastrera y triste.