Poesía, periodismo, investigación histórica, bibliotecología y diplomacia fueron algunos de los géneros artísticos, científicos y culturales en los que destacó el guayaquileño Abel Romeo Castillo y Castillo, quien dejó para sus compatriotas el ejemplo de una labor intelectual incansable y seria, además de un inmenso legado literario que no pierde vigencia.
El personaje nació el 22 de enero de 1904 en el hogar del periodista ambateño José Abel Castillo Albornoz y la guayaquileña Bethsabé Castillo Martiz, quienes procrearon también a José Santiago, Manuel Eduardo, María Piedad y Zaida Letty, descollantes figuras en el quehacer periodístico y de las letras del país.
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Fue bachiller del colegio Vicente Rocafuerte y en los Estados Unidos estudió en importantes planteles hasta que, luego de recorrer Europa, ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid para obtener el doctorado en historia. Repitió su destacada etapa estudiantil llena de triunfos y honores en la Escuela de Periodismo El Debate de la capital española, donde se graduó de doctor en tal disciplina.
Tras su retorno a esta ciudad en 1933 se identificó con una febril actividad cultural que ratificó el prestigio de que llegó investido. Por su entusiasmo se crearon las escuelas de Periodismo de Quito y Guayaquil; estuvo entre los fundadores de la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes y Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y ejerció la presidencia de esa institución.
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También fue director de la Escuela de Periodismo del Alma Máter porteña, del Centro de Investigaciones Históricas, de la Biblioteca Municipal de Guayaquil, Centro de Investigaciones y Cultura del Banco Central de Guayaquil e Instituto Olmediano del Ecuador; asimismo, vicedirector del Archivo Histórico del Guayas y de la Junta Cívica de Guayaquil. Perteneció a las academias de la Lengua e Historia del Ecuador, y de Historia de Caracas, La Paz, Guatemala, San José de Costa Rica, Lima, Montevideo, Buenos Aires y México.
Además de embajador del Ecuador en Bolivia, Costa Rica, Guatemala y Uruguay, actuó con el mismo rango alterno en las Naciones Unidas; integró como diputado la Asamblea Nacional Constituyente (1944-1945). En diario El Telégrafo que dirigió su progenitor, actuó como subdirector, codirector y director de El Telégrafo Literario; escribió la columna La ciudad frente al río y firmó con el seudónimo El caballero del monocle.
Prolífico en las diferentes disciplinas que cultivó, el Dr. Abel Romeo Castillo entregó para el tesoro bibliográfico del país muchos ensayos históricos, documentos, poemarios, etcétera. Allí entonces, Canto de amor al río Guayas, Los gobernadores de Guayaquil en el siglo XVIII; Olmedo: prócer y poeta; Don Pedro Franco Dávila: el sabio naturalista guayaquileño; y Medardo Ángel Silva: vida, poesía y muerte.
De igual manera publicó Nuevo descubrimiento de Guayaquil; Cuadernos de Poemas Olvidados; Un luchador caído: César A. Naveda; La imprenta de Guayaquil Independiente: 1821-1822; La Independencia de Guayaquil: Nueve de Octubre de 1820; Dos guayaquileños precursores de la independencia: Jacinto de Bejarano y José de Antepara, entre otros libros.
En el pentagrama de nuestra nación constan los hermosos y antológicos pasillos Romance Criollo de la niña guayaquileña y Romance de mi destino, cuyos versos pertenecen a este admirado escritor y maestro, que estuvo casado con doña Giannina Echeverría y formó numerosa familia. Falleció en esta ciudad en noviembre de 1996.
FRAGMENTOS
Ya Guayaquil está libre
gracias a su propio esfuerzo.
Su primera autoridad es José Joaquín de Olmedo.
Hay una estrella en su escudo
en su bandera un recuerdo
y en el pueblo una alegría que rebosa en de los pechos.
De Hazaña y timbre del Nueve de Octubre
Guayaquileña bonita, palomita cuculí, fragancia de los frutales,
granito de ajonjolí;
carnecita de canela,
blanco de coco al reír,
pelo de noche sin luna
mirada oscura de añil,
no me mires de ese modo,
porque me voy a morir.
De Romance criollo a la niña guayaquileña, que musicalizó Nicasio Safadi en ritmo de pasillo
Todo lo que quise yo tuve que dejarlo lejos,
siempre tengo que escaparme y abandonar lo que quiero;
yo soy el buque fantasma que no puede anclar en puerto
ando buscando refugio en retratos y en espejos
en cartas apolilladas y en perfumados recuerdos.
De Romance de mi destino