Es la heredera de la obra de Borges y su viuda. Dirige la fundación que lleva el nombre del escritor.

Su universo es Borges. No hay un antes y después de él. Hay toda una vida con él. Lo conoció cuando ella tenía 12 años. Comenzó a estudiar a su lado a los 16. Lo acompañó en sus viajes, le leyó los libros que el escritor amaba, trasladó al papel algunas de las obras que él construyó con su memoria y se convirtió en su esposa en 1986.

“Fui su mujer. No creo en el matrimonio, pero él quiso casarse”, afirma con orgullo la argentina María Kodama. No hay prepotencia. Su voz es suave y serena. Difícil imaginar a la mujer ambiciosa que algunos han dicho habita en ella. Su cabello extrañamente cano arriba y negro en las raíces y su sonrisa discreta, le dan el toque enigmático.

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Hace 16 años Jorge Luis Borges murió. Pero para esta mujer de ascendencia japonesa,  el escritor sigue vivo. “En mi interior no siento que ha partido. Para mí es inseparable”, comenta.  Relee sus libros, los reedita. Se convence cada día más de su universalidad. Le da felicidad que la gente le hable de Borges. “Es una forma lindísima de hacerme sentir que no murió. Es una cosa como mágica”.

“Lo que me deslumbró de él es que era un ser libre y un ser que no se traicionó nunca a sí mismo. Esas dos virtudes me parecen maravillosas”, sostiene. Cuando se casaron, el escritor tenía 86 años y ella 39. Nació el 10 de marzo de 1937.

Kodama es la heredera de Borges y quien más cerca estuvo de él en la última etapa de su vida, por eso es la invitada frecuente de los actos académicos donde se estudia la vida y la obra del autor. “Vivo en un avión”, dice. Con ello se refiere a la serie de viajes que cumple y que le dejan poco tiempo para sí misma.

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Pero aún así, tiene una obra propia. En la adolescencia escribió poemas y ahora cuentos, que permanecen inéditos porque para ella lo importante no es publicar sino escribir. “Yo lo hago en el fondo como un juego”, indica. Borges conocía sus trabajos y quería que los publicara, “pero él era benevolente conmigo”, señala.

Su casa está en Buenos Aires, a la que vuelve cada vez que puede. Viaja bastante. Le gusta recorrer los lugares que visitó con Borges. Además, disfruta desmintiendo afirmaciones que se han hecho sobre él. Una de ellas es su timidez. “No era nada tímido. Era una persona delicada, respetuosa el otro y de los sentimientos del otro”. También tiene palabras de elogios para la madre del escritor, de quien se ha dicho fue posesiva con su hijo.

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De los cuentos de Borges, prefiere Las ruinas circulares, aunque no sabe exactamente porqué. “Cuando lo leí era muy chica y sentí una cosa muy extraña”. Ahora ella vive al lado de la casa donde el autor escribió esta obra.

Kodama viaja y vive sola, aunque en cada lugar que llega está rodeada de gente y hace nuevos amigos, que se suman a los permanentes. No  se ha vuelto a enamorar. “Soy una persona muy difícil”, se justifica. No sabe si le llegará el amor, pero ese asunto no le preocupa, como tampoco le preocupa no ser madre. “Nunca fantasié con tener hijos. No sé, quizá porque mis padres estaban separados y yo estuve en medio de ese conflicto”, dice.

Se define como una persona normal, que trata a pesar de todo de ser optimista, de tener buen humor, de sonreír siempre y de vivir en paz.
Seguirá en la dirección de la Fundación Borges, hasta cuando sus fuerzas se lo permitan, y según dice, ya tiene pensado a quién encargarle el  trabajo cuando ella no esté.

HOJAS

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María Kodama estuvo en Ecuador. En Quito dictó una conferencia sobre la memoria de Borges. El acto se realizó en la Casa de la Cultura.

Vino a Guayaquil para la presentación del libro Rosita Campusano, la mujer de San Martín en Lima, de su amiga Silvia Puente. El acto fue en la Casa de la Cultura.

Firmó autógrafos y recibió manifestaciones de aprecio del público. Recuerda que hace más de 20 años vino a esta ciudad en compañía de su esposo.