“Por más que me conmueva el poema de César Vallejo, no deseo fallecer en la Ciudad Luz sino en Guayaquil, donde estoy viviendo por más de cincuenta y dos años. Cremarán mis restos, me iré esfumando sin tanta alharaca. Tomé hace mucho tiempo conciencia de mi condición mortal, del insignificante rasguño que puedo dejar en el mapa.