Usualmente al hablar de prisa sobre el ser humano y sus comportamientos hacia el resto de personas y con los animales se suelen utilizar términos negativos, pero cada día se descubren cosas que alejan aquellos pensamientos y vuelven a dar esperanza de que hay quienes se preocupan por el bienestar de los demás y trabajan con esa finalidad, adicionalmente a lo que puede y debe hacer el Estado.

Los jóvenes que integran la iniciativa Sonrisas con Cola son una muestra de ello. Realizan terapia asistida con animales y visitan a niños en hospitales y hogares de adultos mayores. “El perro es un intermediario para conectar con las personas y brindarles un momento de calma, bienestar y felicidad aun en escenarios difíciles”, dijo a este Diario Doménica González, una de las psicólogas que integran este grupo.

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Al igual que ellos hay más ejemplos en la ciudad de Guayaquil, como Voluntarios Solidarios, que entregan alimento y vestimenta a personas en situación de calle; Fabiola y su perrito Cafú, de Canoterapia Ecuador, tratan de calmar la ansiedad de viajeros en el aeropuerto; en la isla Trinitaria la fundación Cleotilde Guerrero acerca a niños al arte y Yecson Preciado les enseña box para alejarlos de los malos hábitos; otras personas individualmente también aportan con recursos y su trabajo a quienes más lo necesitan; incluso hay la Asociación Coordinadora del Voluntariado (Acorvol) que suele buscar la forma de ayudarse entre las fundaciones y grupos de voluntariado.

El voluntariado debe defenderse

Este entusiasmo que no se apaga en la ciudadanía es una motivación y aunque quienes hacen esta labor se han visto afectados en recientes años por la crisis económica –disminuyen los recursos a disposición–, la inseguridad –es más difícil trabajar en ciertos sectores– y otras problemáticas del país, continúan con su accionar. Esta mano solidaria es legado del voluntariado icónico de Guayaquil y debe mantenerse en las nuevas generaciones, así como ser apoyado por la sociedad entera. Siempre hace falta más ayuda. (O)