Eran las sabatinas, además las declaraciones, y también los discursos, y toda forma en la cual la comunicación oral se podía dar, en que los ecuatorianos fuimos obligados a escuchar insultos, como el célebre “gordita horrorosa”, mentiras, actos histriónicos, rasgar ejemplares de periódicos, calumniar a quienes se mandaba a secuestrar, ofender a tanta gente, gritar “prensa corrupta”, “banca corrupta” y mil tonterías más.

Pero esa cantidad de diatribas y ofensas no estuvo aislada de cualquier cantidad de muchas otras locuras. Y no recordando que ya oímos suficiente, ante el reciente fallo del tribunal arbitral, en el cual la compañía Perenco debe recibir del Estado $ 412′182.000 más los costos del arbitraje, el personaje dijo otra tontería más: que eso que le tocaba pagar al Ecuador era menos que el beneficio de haberse peleado con la compañía.

Esa barbaridad es algo así como decir: entré al supermercado, armé una bronca, me saqué un montón de cosas, luego me multaron, pero lo que me saqué es más que la multa. No importa que en todos los supermercados ahora al sujeto no lo dejen entrar, y que haya una foto en cada supermercado del país diciendo: se prohíbe la entrada a este salvaje. No, en la lógica de la idiotez eso no importa.

Y no debemos los ecuatorianos olvidar que el caso Murphy nos ha hecho pagar casi 20 millones de dólares. Y que el caso Chevron fue una vergüenza internacional, pues el máximo tribunal mundial, el de La Haya, dictaminó que hubo fraude en la sentencia de una corte ecuatoriana, que obligaba a pagar a dicha empresa 9.500 millones de dólares. Es decir, en la máxima vitrina jurídica mundial, el Ecuador exhibe el trofeo de que su sistema judicial hace fraude. Y todo movido por quienes nos llenaban de idioteces e insultos a diario en el Ecuador.

Y no debemos olvidar el caso OXY. Debimos pagar 1.061 millones. Tampoco el caso Burlington que nos obliga con 380 millones, ni el caso Ecuador TLC y otros, que totalizan 515 millones. Sí lectores: es mejor no sumar.

Pero lo más triste es que echaban a los inversionistas, se tomaban sus negocios para “beneficio del Estado y del pueblo”. Y luego tomaron esos ingresos que producían las empresas afectadas y los despilfarraron como ya sabemos en forma perversa. Pero, además, nos dejaron sentenciados, para que nadie quiera venir al país. Y luego de todo esto, el pueblo paga el costo de esos arbitrajes.

En vez de decir que el beneficio de tales acciones fue mayor que los costos que debemos pagar por los fallos arbitrales, es mejor quedarse callado. Creer que en este mundo se puede vencer con la ley de la selva es pensar como Maduro, Ortega, los Castro y todos los tiranos que jamás aceptan que hay leyes, que hay una cosa que se llama seguridad jurídica, y que el Ecuador, por salvajismos como estos, es el país que menos inversión extranjera directa recibe en relación con el PIB en el continente. Sí, hasta Haití nos gana.

Las tonterías de las sabatinas irritaban. Pero oír esto último sobre los arbitrajes nos puede llevar a una indignación que ya no es sana. ¡Ojalá que se callen ya y para siempre! (O)